Desde que mi pasión por el rock se hizo notoria a través de los diferentes medios donde he escrito sobre música (Rolling Stone, Cambio, Lecturas, mtres, Diners, Shcok, Credencial, Soho, Semana, Arcadia, entre otros), logré construir una marca o imagen que me asocia, inevitablemente, al rock británico. El culpable soy yo. Cada vez que me daban un espacio para reseñar álbumes, siempre caía en las garras de los artistas británicos que tanto me apasionan desde que escuché por primera vez la música de los Stones y los Beatles. Hace un tiempo hice un barrido de mis publicaciones y entre 2004 y 2014 escribí un sinnúmero de reseñas de Asia, Genesis, Pink Floyd, Yes, King Crimson, The Rolling Stones (de los que más he escrito), McCartney, Ringo, Harrison, Lennon, Plant, Collins, Supertramp, Led Zeppelin, Black Sabbath, Deep Purple, Van Morrison, Bowie, entre otros.
Sin embargo, no quiere decir que no tenga apegos y grandes pasiones por el rock norteamericano, para no dejar a los artistas de Canadá por fuera. La primera canción del rock made in USA que me marcó siendo preadolescente fue “Hotel California”. Recuerdo perfectamente cuando la escuché en MOR Music TV, un canal de música por cable que entraba por la parabólica del conjunto en el canal 18. Me impactó el solo de guitarra doble y que el cantante fuera el baterista, algo que hasta entonces no había visto en otras bandas. Analizaba los gestos de Felder y Walsh y sentía que quería ser como ellos, vivir como ellos. La canción de los Eagles estaba presente entre mis amigos del colegio y era tema de conversación y análisis. Incluso, por aquellos días que solía tocar guitarra, en más de una ocasión intenté imitar la introducción de ese clásico memorable del rock. Sonaba, además, en los clásicos del rock de Javeriana Estéreo junto a otros artistas gringos como America, Kansas, Bread, Lobo, Simon & Garfunkel, entre otros. Puedo afirmar, que es la canción que más veces he oído en mi vida y todavía me encanta.
Otras canciones recurrentes de aquellos días de MOR Music TV fueron “My Back Pages” en la versión del concierto del 30th Anniversary de Bob Dylan y “You Got It” de Roy Orbison. La radio era otra fuente de información valiosa de artistas norteamericanos en aquellos primeros años de la década del noventa. Tenía en el radar a Pearl Jam, Alice in Chains, Green Day, Nirvana, Faith No More, Anthrax y tantos otros. Pero su música no me movía todas las fibras necesarias como para tener un CD de ellos. Mi pequeña y constante colección de discos se nutría de artistas británicos hasta que llegó a mis manos Get a Grip de Aerosmith y el álbum negro de Metallica, una adquisición de mi hermano que vibraba de amor y pasión por la banda de Kirk Hammett y Lars Ulrich.
Get a Grip fue una ráfaga de aire fresco para mis oídos. Varias de las canciones del álbum sonaban en la radio y sus videoclips rotaban en forma en MTV como “Amazing”, “Crazy” y “Livin´on the Edge”. Parte del encanto con Aerosmith estaba en la voz de Steven Tyler que por un extraño motivo me recordaba a Mick Jagger. La conexión con Aerosmith venía de años atrás cuando descubrí en un casete de unos amigos una versión en vivo de “Dream On”, amor a primera vista que se acentuó por su constante presencia en emisoras como 88.9. Por aquellos días el cine también era una gran fuente para conocer artistas norteamericanos. Nos encantaba con mi hermano la saga de Rocky y gracias a la tercera y cuarta parte conocimos canciones como “Living in America” de James Brown y “Eye of the Tiger” de Survivor, dos canciones que hacen parte de la educación sentimental de nuestra vida. También largometrajes como Back to The Future o Karate Kid nos dieron a conocer a artistas como Huey Lewis o Peter Cetera y su memorable “Glory of Love”. Era tal el gusto por esa canción que recuerdo pedirle a mi papá que nos comprara una selección de clásicos del cine en CD donde apareciera esa balada muy en la onda del Chicago de mediados de los ochenta. Cuando el disco llegó a mis manos sentí una gran desilusión porque el variado era de covers y no incluía versiones originales. Todavía lo conservo.
Mi padre tenía una gran colección de música, de estilos y géneros muy variados y eclécticos. Su colección de rock era amplia y con un especial énfasis en artistas norteamericanos. Tenía LPs de Santana, Carpenters, Donna Summer, Diana Ross, Captain & Tennille, Carole King, Simon & Garfunkel, Billy Joel, Vanilla Fudge, entre otros. Uno en particular que recuerdo escuchar constantemente era Abraxas, el álbum que me abrió las puertas del maravilloso mundo de Santana, uno de los pocos artistas norteamericanos de los que tengo la totalidad de su obra en CD. Es inevitable oír “Se acabó” o “Samba Pa Ti” y no pensar en la imagen de mi padre, sentado en su sillón café del estudio, levitando con la música del célebre guitarrista.
El segundo álbum del rock norteamericano que llegó a mi colección fue el Counterparts de Rush por allá en 1996, un disco que fue clave para ampliar mis gustos musicales. Gracias a ese álbum me metí de llenó en el mundo de una de las bandas más grandes y trascendentales de todos los tiempos. Conseguí la antología Chronicles y durante años fue uno de mis variados preferidos hasta que decidí explorar la totalidad de la obra en estudio de los liderados por Geddy Lee. Con el paso de los años, mi colección se fue nutriendo de otro tipo de artistas alejados de las islas británicas como Van Halen, Toto, Crosby Stills and Nash, Bob Dylan, Paul Simon, Velvet Underground, Lou Reed, R.E.M, entre otros. En proporción era un número menor respecto de las bandas británicas que movían en forma mi gusto por el rock, pero era algo que no me inquietaba.
Hace diez años tuve un extraño ataque de nostalgia y decidí que era el momento de comprar álbumes de artistas norteamericanos que había dejado pasar de largo en mi vida. Una especie de vacío emocional se apoderó de mí y no estaría tranquilo hasta recopilar cada uno de esos sonidos que me conectaban con el colegio, los amigos, las novias, las salidas a rumbear y horas y horas en frente de MTV donde tenía la posibilidad de oír toda esa música que por diferentes motivos no la tenía en formato físico. Compré álbumes de Tesla, Mr. Big, Red Hot Chilli Peppers, Smashing Pumpkins, Soundgarden, Green Day, Nirvana, Damn Yankees, Bad English, Alice Cooper, Kiss, Lenny Kravitz, Van Halen, Guns N´ Roses, entre otros.
Cada sesión de escucha era un viaje a grandes recuerdos, momentos y personas. Me sorprendió el poder de la música para ponerme en lugares o situaciones. Despojado de prevenciones innecesarias o infundadas por conversaciones vacías, me di cuenta de que esa música también tenía algo especial y fascinante como las bandas inglesas que me apasionaban. Descubrí que parte de mis prejuicios con los artistas norteamericanos estaban ligados a mi amor por el rock progresivo británico. Entendí que durante años alimenté una especie de falso mito en el que creía y estaba convencido que los artistas de Estados Unidos no les llegaban a los talones a los ingleses.
Veía con desprecio a Styx, Toto, Bon Jovi, Poison, REO Speedwagon, Journey, Kansas, Christopher Cross, Tracy Chapman, Madonna, como si su arte no estuviera a la altura o sofisticación de Bowie, King Crimson o Genesis. En la medida que fue dejando esas prevenciones, empecé a apreciar y a disfrutar mucho más del rock gringo. Con los años me volví coleccionista de varios de esos artistas a los que les tenía ciertas prevenciones. Pasé de tener unos variados de éxitos de Toto y Journey, a tenerlo todo; conseguí álbumes emblemáticos de varios exponentes del hair metal como Skid Row, Poison, Motley Crue, Cinderella, Winger, y no tengo problema en confesar que uno de mis grandes placeres culposos es Bon Jovi. Me encanta el álbum New Jersey, me lo conozco de principio a fin y puedo recitar de memoria “I´ll Be There for You”.
Con los años he abierto mi mente a conectarme con otro tipo de artistas de los cuales les escuché hablar a varios amigos como Mauricio Tamayo que en más de una ocasión me recomendó 38 Special, Steely Dan, Boz Scaggs, Ambrosia, Eddie Money, Billy Squier, Suzi Quatro, Doobie Brothers, entre otros. Con Steely Dan fue amor a primera vista y se convirtió en uno de mis grupos preferidos de todos los tiempos, imposible no amarlos, imposible no atesorar cada uno de sus álbumes en estudio como joyas que cambiaron el curso del rock.
Ayer, mientras escuchaba el álbum Hi Infidelity (1980) de REO Speedwagon, me di cuenta de que por esos prejuicios del pasado me estaba perdiendo de un gran álbum de rock, más allá del éxito inmortal “Keep On Loving You”. Y es que no es cualquier álbum en la historia del rock. En menos de un año de su lanzamiento se convirtió en un gran éxito en los Estados Unidos, alcanzando el número 1 en Billboard. Llegó a ser el álbum más vendido de 1981, siendo certificado diez veces como disco de platino por la Recording Industry Association of America. De los cuatro sencillos lanzados al mercado, “Take It on the Run” alcanzó el número 5 en el Billboard Hot 100, y la banda consiguió su primer número 1 en Estados Unidos con “Keep On Loving You”. Mientras escuchaba el álbum recordé que con algunos amigos solíamos mofarnos del look de los REO y la voz chillona de Kevin Cronin. Pero, para gustos los colores. Y no sé si sea por efecto de la pandemia o alguna otra particularidad de estos tiempos, pero me di cuenta de que me gusta mucho la música de REO y quiero tener todos sus discos. Caí en sus garras, nada qué hacer. Su cameo en Ozark, seguro ayudó. “Take It On The Run” como dicen los REO. Seguramente mi amigo José Antonio González estará disfrutando de un gol, desde la mitad de la cancha, a su favor. Siempre peleó por ellos con argumentos. Y eso, lo vale todo.
Mi top 20 “best americans of all the time”
Steely Dan
CSNY
Beach Boys
Eagles
Bob Dylan
Leonard Cohen
The Band
Aerosmith
Styx
Journey
Santana
Rush
Billy Joel
Aretha Franklin
Chicago
Simon & Garfunkel
The Supremes
Ray Charles
Toto
Neil Diamond
Escuche una selección de mis clásicos gringos:
Cool
La música y su poder. Qué buen artículo.