Los hallazgos de mi colección
Antes de contarles lo que descubrí del álbum de Dylan, quiero compartir con ustedes el origen de esta iniciativa, que podría ser la de algo más…
Una tarde, tras una larga jornada de trabajo y con un poco más de tiempo para algo de ocio, saqué del mueble de los discos un álbum de Paul Simon (Songs from the Capeman, 1997) que llevaba años sin oírlo, tal vez desde que lo compré en 2010 en Estados Unidos no lo escuchaba. Recordé, mientras revisaba detenidamente el arte de la tapa, que alguna vez mi amigo Carlos Borja (un apasionado y tremendo coleccionista de salsa, latín jazz, son, chachachá, entre otros estilos afroantillanos) me lo recomendó y le dije: “Sí, Carlitos, lo tengo” (pero a esa respuesta le faltó: “Lo tengo, pero no tengo la menor idea a qué suena ese disco, salvo que fue Simon tratando de coquetear con sonidos cubanos”).
Mientras navegaba entre cada canción, tuve una revelación, o varias: lo primero que pensé: “Qué gran disco, de lo que me estaba perdiendo”. Dos: en su momento no lo escuché debidamente, no lo asimilé, simplemente pasó de largo, porque no me conecté con su propuesta y sonido, muy diferente a otros de sus trabajos de los años noventa. Tres: los discos, independientemente del tiempo que lleven con uno, siempre encuentra el momento para ser escuchados, pasa igual con los libros. Por eso las bibliotecas que se arman con libros que reposan durante años para ser leídos tienen sentido: el conocimiento está ahí, esperándonos. No es un pecado, como tampoco lo es no tener tan presente un álbum o varios de nuestras amplias colecciones. También pensé que siempre hay una tendencia a volver a los mismos discos y bandas, a los que nos apasionan y nos han marcado profundamente. Y eso no está mal, podría pasar toda mi vida oyendo discos de Genesis, The Who y Pink Floyd y sería infinitamente feliz.
Después de oír el disco de Simon, tuve un extraño impulso a seguir con otros títulos injustamente olvidados en mi colección. Desempolvé del mueble unos álbumes de Mark Knopfler, Bryan Ferry, Bob Seger, Bruce Springsteen, Eric Clapton, Elton John, Queen, Steve Winwood, Gong, R.E.M, Neil Young, Robert Plant, Ringo, McCartney, entre otros, que llevaba décadas sin oírlos. En algunos casos fue un ejercicio revelador que vale la pena compartir con ustedes (más abajo está la primera playlist que surgió de este ejercicio), con el propósito central de invitarlos a descubrir estas obras, muchas de ellas marcadas por el normal ostracismo del paso del tiempo.
He visto últimamente una tendencia en Instagram bastante desangelada, sin alma, cargada de ego, que nada aporta o propone: me refiero a personajes que se mofan de la cantidad de discos que “solo sho tengo y nadie más los tiene porque son imposibles de conseguir” y eso, lo cuantitativo en estos asuntos, no tiene sentido. Mostrar por mostrar es un alimento absurdo para el (su) ego (aunque en medio de esas grandes colecciones siempre aparece un dato revelador, una tapa de un disco que activa la memoria, no todo es malo y que lo diga mi amigo Sergio Rodríguez).
Compartir una gran historia deja algo más profundo, activa la curiosidad y la necesidad de búsqueda y por eso prefiero a ese tipo de personalidades. Como Ricardo Mendevil, David Hepworth, Jaime Monsalve (revisen su excepcional libro de reseñas de discos colombianos) o José Arteaga quienes, cada vez que suben un reel a Instagram, nos dejan una buena historia relacionada con la música que les apasiona y nos invitan a redescubrir discos olvidados (sobre este punto, muy pronto les daré una gran noticia, stay tuned).
A continuación, la primera entrega de varias que espero dejar en este blog (también pueden buscar algunas listas que he creado en Spotify con los “Hallazgos de mi colección, como ya lo he dicho).
_______________________________________
Bob Dylan
World Gone Wrong
1993
Uno de los discos más difíciles de Dylan. Cuesta entrar en sintonía con la mayoría de las canciones tras una primera escucha, a pesar de que hay letras intensas y viscerales como “Love Henry”. Es un álbum que exige tiempo, paciencia y varias vueltas para revelar su profundidad, especialmente porque está compuesto en su totalidad por versiones de viejos blues y canciones tradicionales del folklore estadounidense. Parte del desafío radica en su carácter esencialmente acústico, en una época —1993— en la que el mundo sonaba distinto y Dylan parecía andar por un camino contrario al de sus contemporáneos. Mientras otros experimentaban con nuevas tecnologías, él decidía mirar hacia atrás, buscando en las raíces del pasado algún sentido para su presente.
Una de las canciones sorprendentes del disco es “Broke Down Engine”, sobre la que Dylan señaló en el booklet del disco: “Es una obra maestra de Blind Willie McTell. Habla de trenes, del misterio sobre los rieles —el tren del amor, el tren que se llevó a mi chica del pueblo— el Southern Pacific, el Baltimore & Ohio, lo que sea. Habla de las variantes del anhelo humano —ese zumbido bajo en el ritmo y las sílabas. Trata de los engañados por el comercio y la política chocando en las vías, sin dejarse empujar por normas ordinarias. Habla del renacimiento, de conseguir una nueva oportunidad en la vida, no solo quedarse ahí posando —pintura descascarada, colchón pelado, un solo bombillo oscilando sobre la cama. Se trata de la ambigüedad, de las fortunas de las élites privilegiadas, del control de inundaciones —mirando el amanecer rojo sin molestarse en vestirse”.
Lo sorprendente es que, mientras sus pares exploraban sonidos más modernos, Dylan se sumergía en los años sesenta, cuando era un nómada errante, guiado por la necesidad de entender su lugar en el mundo. Hay discos que no se entregan fácilmente, que piden ser descifrados con el tiempo. Este es uno de ellos. Pero cuando finalmente se comprende lo que Dylan propone, algo cambia. Uno no vuelve a ser el mismo. Y tampoco vuelve a escuchar su música de la misma manera.
Un álbum que generó resistencias entre muchos de sus seguidores, pero que, al final, vale la pena cada segundo de la música que nos ofrece. Un gran hallazgo, sin duda.
Escuche el álbum