El renacer de Annie Haslam
La cantante británica es ejemplo de resiliencia y perseverancia. Además, es una de las voces femeninas más hermosas del rock.
Hace más de diez años la vida de Annie Haslam cambió súbitamente. De ser una reconocida artista y pintora además de una de las voces femeninas más importantes de la historia de rock, pasó a engrosar la lista de pacientes con cáncer en los Estados Unidos. Temía lo peor: era cáncer de mama. Hizo lo que todo paciente hace: chequeos, quimioterapia y fortalecer su amor por Dios y acercarse más a su familia. No tenía certeza de la gravedad del asunto o si sus días en este planeta estaban contados. Lo que la salvó fue su amor, su energía positiva, su cercanía con los ángeles y las ganas de vivir. “No iba a permitir que esa enfermedad acabara con mis sueños. Todavía tenía mucho por hacer en este mundo”, me dijo con firmeza mientras recordábamos aspectos de su carrera como cantante. Tal vez su nombre no es tan mediático o reconocido en nuestro país como los de Stevie Nicks (Fleetwood Mac), Sandy Denny (Fairport Convention) o Grace Slick (Jefferson Airplane). Pero el día que se haga un escalafón con las voces femeninas más importantes de todos los tiempos, Annie Haslam debe estar en los primeros lugares. Aunque estoy seguro de que eso a ella no le inquieta.
Gran parte de su carrera musical se gestó con la banda inglesa Renaissance, uno de los tantos proyectos exitosos y estables del rock sinfónico y progresivo británico que surgieron como resultado de los cambios en la manera de grabar y componer canciones que dejó el álbum Sgt. Pepper´s, de The Beatles. El rock sinfónico nació gracias a The Moody Blues y Procol Harum cuando lograron vincular elementos de la música clásica al rock. Temas como “Nights In White Satin” o Whiter Shade Of Pale”, ambas de 1967, son ejemplos de cómo el rock y la música clásica podían convivir, proponer, construir audiencias y ser exitosas. Dentro de la amplia gama de bandas sinfónicas hubo tres que brillaron en el firmamento de los años setenta británicos: Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer. Sin embargo, no fueron los únicos en crear y fortalecer una corriente inspirada en composiciones largas, complejas y alejadas de las listas de éxitos. Entre 1969 y 1972 aparecieron más de cien bandas sinfónicas/progresivas en el Reino Unido, tan especiales y particulares que se podría escribir todo un tratado sobre su legado (Van Der Graaf Generator, Gong, Camel, Caravan, Gentle Giant, Soft Machine, por citar algunas).
Renaissance también hizo parte de esos artistas que siguieron la onda sinfónica. El grupo surgió por iniciativa del baterista Jim McCarty y el guitarrista Keith Relf, ambos exmiembros de los Yardbirds. Su primer trabajo, editado en 1969, mostró una faceta inquietante a través de seis canciones que superaron el promedio de diez minutos de duración y en las que el folk, el rock y elementos de la música clásica convivieron de forma equilibrada. La banda tuvo la suerte de firmar para Island Records lo que les garantizó promoción y visibilidad mediática durante un tiempo. No hubo muchas bandas progresivas que compartieron catálogo con Cat Stevens. Pero el sueño con Island se desvaneció a principios de 1971 tras la publicación del álbum Illusion. Un rotundo fracaso comercial que alteró las relaciones entre los miembros del grupo.
Renaissance sufrió algunos cambios importantes en su alineación como la llegada del guitarrista Michael Dunford, el teclista John Tout y la cantante Annie Haslam. Firmaron con el sello Sovereign de EMI y produjeron el álbum Prologue, lanzado a mediados de 1972. Varios aspectos dieron de qué hablar con ese álbum: la nueva dirección musical, los arreglos sinfónicos, más cercanos a la corriente rusa (Prokofiev, Rachmaninoff y Shostakovich), las letras y la temática soviética (“Kiev”) y el poder de la voz de Annie Haslam.
La crítica inglesa de la época quedó estupefacta. No sabían de dónde había salido esta gran joya que no solo brillaba por su belleza, sino por su alcance vocal de cinco octavas, algo único dentro de la corriente del rock y el pop y solo registrado a través de cantantes como Jon Anderson, de Yes. Haslam llegó al mundo del rock por accidente. Su vida era la pintura, el diseño de moda y el canto. Había tomado algunas clases con la soprano Sybil Knight, que una y otra vez la alentó para que tomara la música más en serio. Su llegada a Renaissance se dio tras responder un anuncio en la Melody Maker.
A partir de 1971 y a lo largo de la década del 70, Renaissance grabó grandes trabajos como Ashes Are Burning (1973), Turn of the Cards (1974), Scheherazade and Other Stories (1975) y A Song For All Seasons (1978), el disco que los consagró en Inglaterra gracias al éxito “Northern Lights”. “La música siempre fue parte de mi vida. A los seis años me echaron del coro del colegio por cantar muy duro y eso me marcó. Me dediqué al diseño de ropa durante un tiempo hasta que alguien me robó unos diseños y decidí que era suficiente. Decidí apostar por mi voz”, recuerda Haslam.
En el proceso de consolidación del grupo Miles Copeland, hermano de de Stewart Copeland, de The Police, jugó un papel crucial pues firmó a la banda en el sello BTM y logró que su música traspasara fronteras, llegando a Venezuela, Argentina, Chile y Brasil, donde se presentaron recientemente como parte de una gira promocional del álbum Grandine Il Vento. Hoy Annie Haslam es la cara, alma y vida del grupo. Lo mantiene vivo pues es una marca con miles de seguidores en el mundo que aún se quieren deleitar con sus clásicos. El mundo de la música está agradecido pues sería un pecado no apreciar el canto celestial de su voz.