Las tiendas de discos de Bogotá: 1992-2010
Muy poco se ha escrito sobre esos lugares memorables de los 90 y 2000 que tantas alegrías les dieron a los melómanos bogotanos. Comparto con ustedes algunos de mis recuerdos...
La Musiteca. (C) Foto tomada de su página en Facebook.
El auge de las tiendas de discos en Bogotá, durante los primeros años de la década de los 90, está asociado con la apertura económica del Gobierno Gaviria y algunas medidas que intentaron acabar con el contrabando de discos, electrodomésticos, entre otros bienes e insumos. Antes de 1992, era común oír hablar de tiendas como Elektra, Discos Daro, El Gramófono, La Rumbita, Mercado Mundial del Disco, Discos Bambuco, Prodiscos, La Música, Tango Discos, Oma Libros y Discos y las famosas casetas de la calle 19. Seguramente hubo más tiendas antes y durante los años 90 y los primeros años del nuevo milenio ( no dejen de avisarme si recuerdan algunos nombres memorables para completar esta historia). Sin embargo, este recorrido, esta crónica, corresponde a mis recuerdos desde 1992 y bien entrados los años 2000, hasta que apareció Tornamesa en Avenida Chile, historias que fueron complementadas gracias a la memoria y generosidad de otros amigos melómanos. Y digo lo anterior, porque la memoria es engañosa y puede que algunas imágenes no correspondan fielmente a la realidad. Bienvenidas las críticas constructivas.
Nota:
*Si hay alguna omisión, no es de mala fe, la memoria tiene sus límites.
*Si encuentran fotos de algunos de los lugares que se mencionan en esta crónica, les agradezco me las compartan.
Mis primeros recuerdos de tiendas de discos están asociados a dos marcas memorables: La Música y Prodiscos, espacios amplios, por lo general ubicados en centros comerciales y zonas muy comerciales de las grandes ciudades, con una oferta, en el caso del rock, dependiente, muy dependiente, de la moda, de lo que sonaba en la radio. Se movían bajo la ley de oferta y demanda, sin incurrir en inventarios de gran volumen en materia de importados y bajo la premisa de ir a la fija, no especular con stock de artistas especializados o de nicho, eso se lo dejaban a los “disqueros” (como le dicen los argentinos al vendedor de discos) de la 19: La Musiteca de Saúl Álvarez, Mort Discos, Discos Vicente, Rolling Disc, Beatles, Rockola, entre otros. Tanto Prodiscos como La Música tenían una notable presencia en la ciudad y el secreto de su éxito era vender lo que la gente estaba escuchando en la radio. Sin embargo, en ambas tiendas era muy probable encontrar algunos álbumes de Pink Floyd, Deep Purple, Frank Zappa, Tangerine Dream o Genesis, pero rara vez se encontraba material más especializado del hard rock, del rock progresivo inglés, del Krautrock, del postpunk, new wave, gótico, industrial, entre otros géneros de nicho. Su campo de acción era lo que vendía, lo que la gente pedía, lo que rotaba con agilidad y sonaba en la radio. Sin embargo, sus dueños, durante años, trataron de mantener un stock digno y plural.
A inicios de los años 90, en Unicentro, hubo dos Prodiscos que recuerdo particularmente: en el primer piso, cerca de donde hoy está el Éxito, y en el segundo piso, también colindante con el supermercado, hacia una de las salidas laterales. La tienda del segundo piso era más amplia y tenía un mezanine donde estaba el jazz y el rock en LP (que hacia 1992 todavía eran abundantes en el mercado, algo que cambiaría hacia mediados de los 90 ) y CD, cientos y cientos de compact disc agrupados en hileras de rack modulares y móviles, color negro, que estaban anclados a la pared en doble hilera. El criterio: orden alfabético por artista. En todo el centro del local estaban las estaciones de escucha: unas mesas altas rojas, con bancos, en donde se ubicaban unos equipos portátiles de compact disc marca Sony con sus respectivos audífonos. Recuerdo, muy especialmente, haber visto en esa tienda álbumes dobles (en las famosas Chubby Double Cd Case) como The Wall y Delicate Sound of Thunder de Pink Floyd, Live at Wembley de Queen, Live in Paris de Supertramp y The Concert in the Park de Paul Simon.
Vale la pena mencionar que en Unicentro hubo otras tiendas de discos, una que quedaba en el segundo piso, cerca de la galería del calzado, que tenía una especie de piso movedizo y que solo vendía rock (si alguien recuerda el nombre por favor no dejen de avisarme), y otra especializada en música clásica, El Gramófono, muy recordada entre melómanos y con una ubicación más bien discreta, en donde quedaban las antiguas oficinas del centro comercial, donde hoy es la plazoleta de comidas. Era de un arquitecto, melómano, y según recuerda Eduardo Arias, allí su papá, don Jorge Arias, encontró varias joyas en CD de sellos como Decca, Harmonia Mundi, Deutsche Grammophon, Sony Classics, entre otros sellos.
Una de las últimas sedes de Prodiscos en el primer piso de Unicentro a inicios de 2001.
(C) Semana
En el Centro Comercial Bulevar Niza había cuatro tiendas de discos: Oma Libros y Discos en el tercer piso, con una selección no muy amplia, pero interesante en materia de clásica, jazz, rock y pop, Prodiscos, en el segundo piso, una tienda más bien de menor tamaño donde años más tarde funcionó durante muy poco tiempo un Tango Discos, un espacio que se sostuvo con una oferta de rock que he denominado la ley de los “grandes éxitos”; en el primer piso, cerca de la rotonda principal estaba Discos Bambuco, donde recuerdo perfectamente que me compraron unos cuantos discos en acetato de Charly García, Los Prisioneros, Los Toreros Muertos, La Trinka, Llena tu Cabeza de rock en Español, entre otros, además de La Música, también en el primer piso, el más amplio de los cuatro locales y cuyo surtido no era muy diferente al de Prodiscos, aunque su stock era amplio y mucho surtido y ecléctico. La Música tenía un mezanine para el rock, que seguía siendo un producto de nicho y menos masivo que la música tropical, la ranchera, la balada en español, el vallenato, entre otros estilos.
Recuerdo otras tiendas de discos en San Andresito de la calle 38 donde se conseguía buen rock importado (la edición de Jazz de Queen que aun conservo me la compró mi papá en una de tantas idas a la calle 38 con 3), tal vez la más famosa era Los Beatles, que también tenía una sede en la calle 122 con 19 en el centro comercial Santa Bárbara Drive a unos metros donde a finales de los noventa apareció Music Master, espacio amplio, único para ese momento, iniciativa de los Pava de 88.9 y otros socios, que lo recuerdo especialmente porque lo conocí cuando lo estaban liquidando hacia el año 2002 o 2003. Allí conseguí discos de Lou Reed, Robert Fripp con David Sylvian, un álbum en vivo de Japan, un álbum de Andy Summers con Fripp y el Test for Echo de Rush. Music Master nunca estuvo tan presente en mi vida porque pasaba más tiempo en otras tiendas de la ciudad, aunque varios amigos melómanos suelen destacar la buena oferta y surtido de ese amplio local.
El caso de Hacienda Santa Bárbara
A partir de finales de 1991 e inicios de 1992, y hasta el 2004 aproximadamente, hubo un caso muy interesante en la expansión de las tiendas de discos de Bogotá y se dio en el centro comercial Hacienda Santa Bárbara, un flamante espacio que abrió sus puertas a inicios de la década de los noventa y que hacia 1995 logró albergar cerca de 12 tiendas de discos, cada una especial, diferente y especializada. Entre las que más recuerdo, porque las frecuentaba, estaban: Spectrum, Rock And Roll, Karamba, CD Place, Hi-Fi, CD City, La era azul (que vendía discos de nueva era, además de libros y todo tipo de objetos relacionados con espiritualidad y superación personal), MTM (que sirvió de sitio de entrenamiento para el personal que a partir de septiembre de 1997 trabajaría en Tower Records), además de una tienda, tipo boutique, muy selecta, que vendía música del Brasil, cubana, flamenco y música latinoamericana. Su dueña era una señora caleña muy amable, charladora con sus clientes y con mucho conocimiento en su especialidad. Recuerdo que la tienda estaba en el segundo nivel de la casona antigua, muy cerca de otra discotienda, que quedaba en frente de la Librería Nacional y cuyo nombre se me escapa. En Hacienda también funcionó Prodiscos y La Música.
Tengo muchos recuerdos de Hi-Fi, un espacio amplio que abarcaba dos locales (hoy convertidos en casas de cambio). Quedaba en uno de los pisos altos de Hacienda Santa Bárbara, entre la entrada al hotel y a la salida a Usaquén por la carrera 4, diagonal a donde hoy es Tango Discos (recuerdo que en frente de Hi-Fi había otra tienda de discos, amplia y que solo vendían rock y su logo era verde con azul). Uno de los encantos de Hi-Fi era que solo vendían rock, música clásica y jazz en CD, siempre con jazz muy suave de fondo, una bendición para los oídos de los clientes que no tenían que padecer esos ruidosos parlantes con vallenatos o merengues a todo volumen, un aspecto que todavía me cuesta entender por qué era habitual en algunas tiendas. Nada como poder apreciar una oferta de discos en paz y tranquilidad, sin ese ruidajo invasivo. El local de Hi-Fi era oscuro con luces cálidas, más bien tenues, tenía un sistema de sonido impresionante para el momento y recuerdo que estaba dividido en tres grandes franjas, delimitadas por unos muebles de madera muy elegantes, amplios y muy cómodos de apreciar. El ingreso a la tienda era en el costado lateral, hoy en frente de un café, y una vez adentro, en sentido al norte y a mano izquierda, estaba todo el rock, en orden alfabético, rock anglosajón principalmente. Los discos estaban protegidos con unos sellos, que si alguien decidía incurrir en un delito, quedaría expuesto por el sonido de la alarma. La apreciación de los discos era mucho más amable que en otros lugares en donde los protectores plásticos para los compact disc muchas veces impedían apreciar adecuadamente los discos. El surtido de Hi-Fi era muy amplio, variado y por momentos muy especializado. Algunos amigos que fueron clientes habituales de esa tienda recuerdan haber visto discos de Caravan, Soft Machine, National Health, Nucleus, Matching Mole, Camel, Magma, Can, Embryo, Ashra, Lucio Battisti, entre otros. En el centro del local había un gran rack con todo el jazz, soul y blues, y en la pared posterior, hacia el norte, había una digna selección de música clásica de sellos como Decca, Deutsche Grammophon y Phillips. Diagonal a ella, se encontraba la caja, dos estaciones de escucha y unos afiches muy llamativos de Led Zeppelin, Miles Davis, Pink Floyd y Frank Zappa.
Otro sitio memorable de Hacienda Santa Bárbara era Karamba, no solo porque sus dueños eran los padres de una compañera del colegio, su oferta y curaduría hacían la diferencia: rock clásico al 100%. La tienda estaba en el primer piso, en uno de los pasillos laterales que comunican con la Olímpica. Era un local de unos 2 metros cuadrados, con unos muebles de madera a la derecha y en el fondo y las paredes estaban repletas de discos exhibidos de frente. El recuerdo más notable que tengo de esa tienda es que la mayoría de CDs venían en unas cajas rectangulares alargadas conocidas como longbox, una idea que en los noventa funcionó bien pero su almacenamiento complicó la logística de algunos locales. Incluso en Hi-Fi también exhibían algunos títulos en esas cajas que le daban un aura especial a los discos, muy buscados entre coleccionistas y a precios imposibles (hoy piden más de $600.000 por esas ediciones).
Otro lugar del que tengo gratos recuerdos en Hacienda es Rock N Roll, una tienda que primero estuvo ubicada en la calle 116 una cuadra abajo de la carrera 15, junto a una sede del Banco de Occidente, y luego se pasó al segundo piso de Hacienda, colindante a la parte antigua y a la zona de las heladerías, donde hoy funciona un café Oma. A diferencia de la sede de la calle 116, este espacio era más bien reducido, incómodo si estaba lleno, con la mitad del stock que solía ofrecer en su primer local. En la entrada uno se topaba con una escalera de madera que conducía a un mezanine que era la bodega del local. A mano derecha y bordeando todo el local en forma de U había unas vitrinas cerradas con puertas de vidrio en las que se podían ver los discos exhibidos de frente y lomo. Uno de los puntos diferenciadores de la tienda era su especialidad en rock clásico y rock progresivo anglosajón en CD, complementado con una gran oferta de videos en VHS que se ubicaban en una vitrina abierta, pegada a las escaleras. Su dueño se llamaba Martín Nerea Gómez, un tipo sensible y con un gran conocimiento del rock clásico y con buenos argumentos a la hora de vender un disco. Cerró poco tiempo después de que abrió Tower, hacia 2003.
En los años 90, la carrera 15 y la carrera 11 fueron sinónimo de memorables tiendas de discos, algunas de ellas especializadas en música clásica y jazz: Amadeus en la calle 86 con carrera 11, una boutique en el segundo piso de una casa en la calle 98 con 11, también especializada en jazz, y Exopotamia, propiedad de Ricardo Rozental, especializada en música barroca hacia atrás, música antigua, clasicismo, modernismo, romanticismo y música del siglo XX. Abrieron en 1992 en el segundo piso de un edificio esquinero de la calle 85 con 15, aunque luego tuvieron otras sedes en la 70 con 5, en la 69 con 7, en el Museo Nacional, en la Luis Ángel Arango y en la Biblioteca Virgilio Barco. Su estrategia de mercadeo se centró en el voz a voz y en unos correos impresos, personalizados, enviados por correo certificado a sus clientes, con recomendados de novedades y reseñas de obras. Fueron pioneros en importar al país música de los sellos ECM, Naxos (antes de que Álvaro Roa de Tango obtuviera la representación oficial), Hungaroton, Zaydisc, Pneuma (el sello de Eduardo Paniagua), además de otros sellos muy exclusivos escandinavos y alemanes. En su amplia oferta también estaba la música de Hyperion y Harmonia Mundi (años más tarde distribuido por Sport Music de Harold Bastidas). Con la ampliación del local de la calle 85, le apostaron a la oferta muy selecta de rock sinfónico, blues y jazz, siempre tratando de hacer la diferencia y de evitar ofrecer productos similares a la Musiteca o Amadeus. Cerraron sus puertas en 2008.
Otra joya inolvidable de la 15, que marcó a generaciones enteras, fue Antífona. Ese local, propiedad de Diana Pinzón, expareja de Saúl Álvarez, se encontraba inicialmente en la calle 86 con carrera 15, una cuadra antes de llegar al Parque El Virrey. Antífona empezó como la sede del norte de La Musiteca en 1992, pero algunas diferencias entre los socios, sellaron su suerte. Con el cambio de nombre hacia 1993 por Antífona, Diana sumó a su equipo a su hermano, Óscar Pinzón, quien sabía mucho de música, además había trabajado un tiempo con Saúl en las casetas de la 19 y conocía muy bien el negocio de música. Recuerdo que Antífona era un local angosto y profundo, parecía un bar. La exhibición de los discos se encontraba detrás de una barra en el costado izquierdo, en donde la gente podía sentarse o pararse a pedir los discos. Había una vitrina en la entrada y algunos títulos destacados en las paredes enfrentadas a la barra. La oferta era muy especializada especialmente de rock clásico, art pop, rock progresivo, Krautrock, rock industrial, rock ethereal, gótico, postpunk, jazz fusión y rock argentino.
Ellos fueron los primeros comerciantes de discos en establecer un acuerdo con la Distribuidora Belgrano Norte (DBN) para importar al país discos de Luis Alberto Spinetta, Charly García, Pescado Rabioso, Invisible, La Máquina de Hacer Pájaros, Sui Géneris, Serú Girán, Alas, Almendra, entre otros. Su concepto era todo lo opuesto a la ley de los grandes éxitos de otras discotiendas más masivas. Antífona funcionaba como una librería, atendida por un librero esquicito, que conocía perfectamente el gusto de sus clientes. La primera vez que fui, y lo recuerdo como si fuera ayer, compré el álbum Long Live Rock and Roll de Rainbow. Era un momento especial en mi vida en el que vivía a los pies de Led Zeppelin, Black Sabbath y Deep Purple. Y no dudo que llegué a Rainbow por recomendación de Óscar (años más tarde estuvo al frente de Shoppinhagen en la 93, una tienda de discos especializada en música electrónica). Coincidió ese momento con mi gusto por el rock progresivo así que el plan en esa tienda era decirle a Óscar que me recomendara grupos similares a Pink Floyd, Yes o Genesis. En Antífona conocí la música de Jethro Tull, Nektar, Gong, Gentle Giant, Colosseum, Can, Camel, Caravan y Van Der Graaf Generator, entre otros. El local siempre estaba lleno y tocaba armarse de paciencia para recibir algo de atención. Con la llegada de Tower Records, y algunos cambios en la 15, Diana mudó Antífona a la calle 85 una cuadra debajo de la carrera 11 y le dio un concepto híbrido de bar y discotienda. Cerró sus puertas hacia 2010.
En la carrera 15, unas cuadras al sur de Antífona, en el costado oriental estaba la Librería Francesa donde vendían libros de música de las editoriales El Juglar y La Máscara, además de algunos discos de música europea. Unos metros al sur de esa librería, en un edificio amarillo, en el subnivel, estaba Globo Musical, una tienda de discos especializada en música de moda y rock. Llegado a la calle 82 estaba Oma Discos y Libros, la sede más amplia, con un gran café en el primer piso y una librería y tienda de discos en los pisos superiores. El surtido era variado y muy completo, tenían una gran selección de música clásica en CD. No sé por qué tengo destellos de ver una gran selección de títulos de Chicago, Toto y Air Supply. Recuerdo que mi papá compró ahí los Piano Concertos 1 & 2 de Beethoven y els Nocturnes 1 de Chopin, que todavía conservo con los sellos de la tienda. En frente de Oma, en el segundo piso de un edificio que daba al parquecito de la entrada de la antigua sede de la Clínica del Country, había una tienda de instrumentos musicales donde vendían acetatos y camisas de grupos de rock. El recorrido por las tiendas de discos del norte de Bogotá termina en el Centro Comercial Granahorrar, hoy Avenida Chile, donde quedaba una de las cuatro sedes de Sonido Digital, una tienda especializada en rock, blues, jazz y clásica y con una amplia oferta de Laser Disc. Las otras sedes eran en el centro comercial Cedritos, en la calle 106 con 19 y en Galerías, donde recuerdo que compré el disco 1 de la selección Hot Rocks de los Rolling Stones.
No se puede hablar de las tiendas de discos de la zona de la 82 sin mencionar la importancia de Tower Records para la vida de los melómanos bogotanos. Las tiendas Tower llegaron a Colombia en septiembre de 1997 y funcionaron hasta 2007 o 2008 cuando pasaron a llamarse Entertainment Store (su sede más recordada quedaba en la entrada 1 de Unicentro, junto a un Davivienda). El primer Tower estaba en el segundo piso del Centro Comercial Andino, una mega bodega llena de la mejor música del planeta. Solo la sección de rock abarcaba medio almacén. La música clásica y el jazz tenían un espacio independiente, cerrado y aislado, y con el tiempo Tower evolucionó en librería y café. Unos años más tarde abrieron la sede del Atlantis, además de las tiendas de Cali, Medellín, Barranquilla y Quito. Gran parte del éxito que tuvo Tower, no solo en Estados Unidos, sino a nivel continental, era el buen manejo del inventario, el surtido, el volumen y la capacidad para tener una oferta y un stock amplio en todos los géneros posibles, sustentado en el profundo amor y conocimiento que tenían sus empleados por la música. Tower fue pionero en tecnología de pedidos en línea a través de una robusta base de datos conectada a un servidor conocido como BaySide, donde los encargados de las compras tenían acceso a un universo de música pocas veces visto en el país. Las políticas corporativas indicaban que si un título estaba disponible, debía exhibirse y por eso era frecuente encontrar la discografía completa de muchas bandas y artistas reconocidos, desde los Beatles, Elton John, Genesis, Bob Dylan, Bowie y un centenar de etcéteras. De entrada, eso rompía radicalmente con la mala costumbre del surtido grandes éxitos de otras tiendas más comerciales.
El cierre de Tower me llevó a frecuentar otras tiendas: La Musiteca del centro, Fórum Discos y Libros en la 93 (donde trabajé en varias temporadas decembrinas), una tienda en Bima (donde también trabajé), Tornamesa (en sus inicios en las dos sedes de Av. Chile fue memorable, pioneros en reactivar la venta de Lps nuevos y usados en la ciudad) y Tango Discos en la calle 92 con 15 (hoy en la calle 87 con 15, cuyo surtido siempre ha sido amplio y memorable, tendría que escribir otra crónica para contar la cantidad de discos que le compré a Álvarito y para reconstruir para de la historia de todas sus sedes inolvidables en Bogotá ). Mención especial merecen las tiendas de la calle 19 (las que recuerdo porque seguro hay más), entre carrera 4 y 8, héroes de la resistencia y la persistencia como Mort Discos (su oferta de punk, krautrock y postpunk británico era insuperable), Discos Vicente, El palacio musical, Beatles, Rolling Disc (Gonzalo es una Biblia), El muro, Rock Ola Discos, W Discos, Interdiscos, Rockarolla, entre otras, tiendas que en su mayoría todavía existen y dan la pelea con altura.
Camilo de Mendoza, dueño de Tornamesa. © The City Paper
No dudo que en Bogotá hubo más tiendas de discos en el periodo de esta crónica (1992-2010), iniciativas que duraban muy poco (como una memorable boutique en el primer piso de Bulevar Niza) o que no resistieron la crisis del formato físico de 2008 en adelante, o ese extraño lugar llamado La Gran Manzana que merece otra crónica para otro momento.
Por último: no menciono discotiendas o boutiques híbridas actuales como RPM, La Roma Records, Santo y Seña, entre una infinidad que aparecen en perfiles de Instagram, ya que su historia no corresponde a la línea del tiempo de esta crónica…
Disco Club el la esquina noroccidental de la CRA. 15 con Calle 92
No olvidaré mis primeros discos LP comprados en las casetas de la calle 19...toda una experiencia musical que hoy en día recuerdo con mucho aprecio...