Los Animales salvajes de Pink Floyd
A propósito de las célebres y necesarias palabras de Polly Samson, recordar es vivir parte 1.
*Texto publicado en Cambio a finales de 2022.
El lanzamiento de una reedición de un álbum clásico de Pink Floyd se postergó porque las diferencias irreconciliables entre Gilmour y Waters pesaron más que la magia de la música. Aunque los tres nuevos formatos de Animals ya están en el mercado desde la semana pasada, ambas leyendas del rock se siguen sacando chispas. La pelea no ha terminado y promete un segundo round. ¡Veremos!
A diferencia de Yes, Jethro Tull o King Crimson, la música de Pink Floyd siempre se caracterizó por los altos estándares de grabación, producción y mezclas. No en vano, pasaron horas y horas en Abbey Road. Entrados los años noventa, los beneficios del sonido y la tecnología digital los impulsaron a reeditar parte de su catálogo en tres memorables cajas, inclementes con el bolsillo de sus seguidores: Shine On (1992), Oh By The Way (2007) y Discovery (2011). Con algunas mejoras notables en el sonido, cada caja incluía componentes adiciones en información, fotos y memorabilia que llamaron la atención de sus seguidores. Sin embargo, las grabaciones y las mezclas eran las mismas. La diferencia más significativa de esas reediciones era el volumen de las grabaciones y algunas pequeñas mejoras en ecualización. Sin embargo, quien tenía algún trabajo clásico de Pink Floyd prensado en CD en los años noventa, con relación a las ediciones de 2011 no había mayor diferencia. Lo digo con conocimiento de causa.
En 2015, Mason y Gilmour decidieron aprovechar los avances en postproducción en estéreo y de las mezclas en 5.1 para trabajos a los que se les podían hacer mejoras en la diferenciación de los planos sonoros, la frecuencia de los instrumentos, la potencia de las voces, la ecualización de los bajos y batería, el uso de pasajes instrumentales inéditos (especialmente de los teclados), entre otros. Uno de los elegidos para ese proceso, además de Pulse, Momentary Lapse of Reason y Delicate Sound of Thunder, fue Animals, el único del cuarteto memorable de los setenta que no tuvo la edición de lujo Immersion Box Set. Contrataron los servicios del ingeniero de sonido James Guthrie, un viejo conocido de la casa floydina, quien desde 2016 empezó a trabajar con los másteres originales del disco. Con el visto bueno de Roger Waters (quien poca injerencia tiene en asuntos formales del catálogo de Pink Floyd), la mezcla contó con la aprobación total de todos sus involucrados. Hasta acá parecía una historia con final feliz.
Sin embargo, la fecha de lanzamiento de la reedición de Animals, agendada para la Navidad de 2018, se fue postergando por un desencuentro entre Gilmour y Waters. El centro de la discordia: las notas para el cuadernillo que escribió el periodista Mark Blake por pedido de Waters. Gilmour, con voz, voto y veto en todo lo que está relacionado con la marca Pink Floyd, se opuso al lanzamiento del álbum con esa información. A partir de ahí empezó un tire y afloje entre guitarrista y bajista para llegar a un acuerdo: vainazos en redes sociales, puyas en entrevistas y la acertada mediación del diplomático Nick Mason, quien ha sido Suiza entre sus dos feroces amigos.
A mediados del año pasado, Roger Waters cedió en la pelea por el amor a su música y a una obra venerada por los seguidores del grupo. En su portal oficial, el 31 de mayo de 2021, resumió el asunto con Gilmour y sentenció: “Como saben, hay nuevas mezclas de James Guthrie en estéreo y 5.1 del álbum Animals de Pink Floyd (1977). Estas mezclas han languidecido sin publicarse debido a una disputa sobre algunas notas que Mark Blake ha escrito para este nuevo lanzamiento. Gilmour ha vetado la publicación del álbum a menos de que se eliminen de su presentación. Por tanto, estoy de acuerdo con el lanzamiento de la nueva remezcla de Animals, sin las notas de Blake. El borrador final de las notas de la carátula fue revisado y acordado por mí, Nick y Gilmour. Aquí están, disfrútenlas, no hay nada controvertido, solo unos simples hechos”.
Waters cedió, pero además hizo público en su portal el texto de Blake que fue el centro de la pelea. Y tal como él lo señaló, las palabras del periodista reconstruyen el contexto y la historia de la grabación del álbum, con unas cuantas anécdotas. Nada nuevo para un seguidor riguroso de la vida y obra de Pink Floyd, y que además haya leído algunas de las biografías del grupo como Saucerful of Secrets: The Pink Floyd Odyssey de Nicholas Schaffner o Inisde Out de Nick Mason, donde contó los pormenores de ese trabajo.
En su portal, Waters dio a entender que detrás del veto de Gilmour había aspiraciones económicas y algunos temas de ego: “Sí, era y es un buen guitarrista y cantante. Pero, desde hace 35 años ha contado un montón de chorradas sobre quién hizo qué en Pink Floyd, cuando yo todavía estaba al mando. Hay un montón de ´hicimos esto´ e ´hicimos aquello´, ´yo hice esto´ y ´yo hice aquello´”.
Ante la avanzada mediática de Waters, los relacionistas públicos de Gilmour gestionaron una larga entrevista, con el pretexto de ahondar sobre la relación creativa de Gilmour y su esposa Polly Samson y que salió publicada en Rolling Stone ocho días después de que Waters incumpliera el dicho “la ropa sucia se lava en casa”. En esa extensa entrevista, Gilmour le devolvió atenciones al exbajista de Pink Floyd: “Se ha hecho una remezcla muy bonita de Animals, pero alguien ha tratado de forzar algunas notas del cuadernillo interior que no he aprobado y, además, alguien está escarbando y no permite que se publique. Él está molesto y se ha hecho notar. Ya sabes cómo es él. ¡Pobre chico!”, dijo Gilmour.
Para entender lo más profundo de la discordia sobre la remezcla de Animals (2018 Remix), y por qué tardó más de cuatro años en ver la luz, hay que remontarse a mediados de los años ochenta cuando un juez británico sentenció que los dueños de los derechos patrimoniales de la marca Pink Floyd serían los señores David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason (en una próxima entrada contaré esta historia). A Waters le dejaron hacer libre uso de la música que él compuso y el concepto artístico y visual (patrimonio intelectual) de tres de sus obras representativas cuando era parte de la banda: Dark Side Of the Moon, Animals y The Wall. Este es el resumen wikipédico de un problema mucho más complejo de explicar en este artículo y que se remonta a los días en los que Rogers Waters, sintiéndose amo, dueño y señor del grupo, demandó a sus otros tres compañeros para quedarse con el control total de Pink Floyd. La batalla legal por el control de Pink Floyd ha determinado para bien y para mal el flujo histórico de las relaciones entre David Gilmour y Roger Waters, relaciones que tuvieron un momento de paz en 2005 cuando el grupo hizo su última presentación en vivo durante el concierto Live 8 en Londres.
Declaraciones van y vienen, desaires, pullas públicas, reconciliación, arrepentimiento, acercamiento y contraataque: eso resume la saga interminable Waters Vs. Gilmour. Cuando parecía que las relaciones entre ambos músicos pasaban por un periodo de Détente, o distención, como si se tratara de dos naciones en el marco de la Guerra Fría, Animals, nuevamente, las llevó a un punto bajo del que, parce, no hay retorno. Porque la historia reciente de Pink Floyd, y lo que significa el legado de Gilmour y Waters, está lleno de tensiones y drama, y este asunto no sería la excepción. Además, Waters ha dicho en un video en su portal que pronto saldrán sus memorias donde seguramente profundizará en todo este asunto. Esto, de entrada, garantizará un segundo round, aunque la historia del rock siempre tiene dos caras y múltiples versiones de la verdad.
Los seguidores de Pink Floyd pueden disfrutar de esta nueva edición de Animals en tres formatos para todos los gustos y presupuestos: LP, CD y Blu-ray. Esta nueva edición, como ya pasó con las de 1992, 2007 y 2011, no ofrece grandes revelaciones. Los cambios esenciales (además de una nueva portada), por momentos sutiles y necesarios, se perciben en un sonido mucho más moderno, balanceado, con notables ganancias en la batería (suena más punzante), efectos vocales inquietantes en “Pigs (Three Different Ones)”, nuevos arreglos en las atmósferas de los teclados de Wright en “Sheep” y “Dogs” y un sonido más diáfano de las partes acústicas de Gilmour. Supongo que alguien con un equipo de sonido de medio millón de dólares podrá notar las diferencias esenciales de este Mix 2018, que, irónicamente, ha captado más la atención de la prensa por el escándalo de sus protagonistas que por la inmortalidad de esa música. Aunque los escándalos venden y Gilmour lo sabe.
Escuche la nueva mezcla de Animals: