Desde los días de Revolver de los Beatles, la prensa musical especializada en Estados Unidos e Inglaterra buscaba adjetivos precisos asociados a géneros o estilos musicales para describir los sonidos de ciertas obras que se salían de los cánones habituales del momento como folk rock, rock and roll, rock, R&B, soul, blues, por poner algunos ejemplos. Con Revolver, y con más fuerza desde Sgt. Pepper´s y toda la camada de la psicodelia, esa necesidad por establecer o encasillar en un estilo concreto a las obras del rock fue más visible y palpable en la medida que los periodistas sin conocimientos académicos sobre música pasaban angustias para describir ciertos sonidos complejos. Sin ir muy lejos: el término rock progresivo empezó a circular en la prensa musical por cuenta de una afirmación de George Harrison sobre el sonido “avanzado” de Revolver y algunas de las experiencias en el estudio que se alejaban de los procesos en obras anteriores como Help o Hard Day´s Night.
Avancemos en el tiempo y situémonos en Inglaterra a finales de 1977 e inicios de 1978 cuando el punk crudo de los Sex Pistols y los Buzzcocks se transformó en un sonido mucho más elaborado por cuenta del uso de los sintetizadores. Ese pequeño cambio, tan sutil pero evidente, además de nuevas formas de componer y experimentar con los sonidos básicos del rock, el uso de algunos referentes de los años sesenta como los sonidos asociados a los Mod (The Who y The Kinks además del soul), con sonidos más envolventes desde lo rítmico gracias a la fuerza que se le dio al bajo (Gary Numan, The Jam, Magazine), dio origen a un subgénero o estilo que la prensa describió como postpunk. No era punk, no era hard rock, no era progresivo ni psicodelia o glam. La tarea más fácil para la prensa fue definirlo como una evolución inmediata del punk hacia una estructura menos cruda y mucho más inquietante y envolvente en términos de sonido. En mi libro Los 80. Volver al futuro. Otra edad de oro de la música británica (Montesinos, 2019), explico todo esto de la evolución del punk hacia el postpunk y el new wave en todo un capítulo. Parece fácil de explicar, pero créanme, no lo es y para hacerlo tuve conversaciones fascinantes con Daniel Miller, Simon Reynolds, Bernard Sumner, Paolo Hewitt, entre otros.
Todo lo anterior lo cuento porque cuando apareció en abril de 1978 el álbum debut de Japan, la prensa quedó confundida con el sonido que presentaba Adolescent Sex, un disco que hoy en día no vería la luz por nada del mundo, por lo menos con ese título, y que en varios países simplemente se conoció como Japan. El álbum era una mezcla de punk y glam con electrónica. La inmediata asociación de la prensa se dio con Roxy Music, Can, Bowie, New York Dolls y Velvet Undergroud desde la estética y lo musical. Bowie, sin duda, era el referente más cercano, palpable y evidente a partir de lo que fue el inicio de la trilogía de Berlín que tanto marcó a esa generación en particular con el álbum Low que apareció en enero de 1977. Algunos medios independientes que reseñaron el disco de Japan, como NME o Trousser Press de Nueva York (porque no era un álbum para la Rolling Stone) dijeron: “Una banda que muestra toda su miseria y precariedad musical, especialmente con el uso de la guitarra en ´Wish You Were Black´ muy marcada y copiada de Bowie pero con menos estilo que su referente más cercano”.
Este es uno de tantos ejemplos de lo que una obra que rompía con los cánones podía generar en una prensa confundida, facilista, sin empatía y sin el mínimo esfuerzo para hacer la tarea bien hecha (no olvidemos que Ram de McCartney pasó por la misma pluma impresentable que lo destrozó). Basta con escuchar al álbum para darse cuenta de que es mucho más que una copia “precaria o miserable” de Bowie, Can o Roxy Music. Había algo más que la presa no vio venir, un sonido que avisaba y avistaba el futuro cercano y que tendría a los sintetizadores como el instrumento principal. Basta con oír “con lupa” las canciones “Communist China” y “Television” para darse cuenta de que en su música había elementos trasgresores y a su vez fascinantes. Es importante señalar que ese camino hacia el futuro no solo estuvo ligado con Japan o algunos krautrockers. David Bowie fue el que les señaló el camino a seguir a todos sus contemporáneos. Sin embargo, y sin ir muy lejos en el tiempo, lo que Gary Numan con los Tubeway Army presentó en Replicas, Joy Division con Unknown Pleasures o Human League en sus dos primeros trabajos en estudio, está íntimamente relacionado con el paso gigante que dio Japan con sus primeros álbumes y la forma de entender la música moderna del momento y sus múltiples caminos o sincretismos.
En noviembre de 1978, Japan presentó Obscure Alternatives. La mala prensa de su primer álbum y la nula o escasa rotación en la radio no fue impedimento para que David Sylvian, Mick Karn, Richard Barbieri, Steve Jansen y Rob Dean dieran la pelea con su arte vanguardista. Nuevamente la prensa especializada fue implacable y los tildaron de “una copia adolescente de los Rolling Stones, con una producción precaria, anodina y con canciones que desde la melodía no trasmitían nada”. Y otra vez hubo algo que esa prensa complaciente y al servicio del mainstream no percibió en el segundo intento de Japan por capturar, para siempre, un momento en la historia de la música: la fría elegancia de una electrónica depresiva que conquistaría el planeta en menos de dos años. Si bien es un disco melancólico, austero en la producción, minimalista en su concepción sonora y de difícil digestión para un público cerrado a la experimentación, con los años (y me refiero para la generación más exquisita de los años ochenta e inicios de los noventa) se convirtió en una pieza de culto porque mostró que en los procesos creativos había otros caminos posibles. Pensemos en Talk Talk, China Crisis, Soft Cell, Frankie Goes to Hollywood, Ultravox, Squeeze, XTC, PIL, Porcupine Tree, Echo and the Bunnymen, Radiohead, Portishead, entre otros, y notarán los vasos comunicantes con Japan.
Hay otro aspecto fascinante en la evolución del grupo y es la voz artística (no la voz en el sentido literal de la expresión) que desarrolló David Sylvian, una especie de Frankenstein que tomó la frialdad y el histrionismo de Bowie y lo combinó con la sofisticación y elegancia dandy de Bryan Ferry para crear un monumento hecho voz, una voz barítona, única para su generación. En Quiet Life, tercer álbum de Japan lanzando en 1979, se puede sentir ese cambio radical en la forma de cantar de Sylvian. De repente, su voz tomó otro color, otra temperatura, una fuerza y una belleza que estaba perdida en los referentes de sus primeros discos en los que Sylvian quería ser un poco Bolan, un poco Reed, un poco Bowie, pero lejos de ser él, David Sylvian. Y ese es el gran cambio en el sonido de Japan a partir del tercer álbum que tiene un momento anterior clave y es el sencillo “Life in Tokyo” producido con Giorgio Moroder en el que el grupo se alejó del glam rock de guitarras para acercarse más a un estilo electrónico de baile prefigurando y programado.
En canciones como “Quiet Life”, “Despair”, “The Other Side of Life” o la segunda version de “In Vogue” encontramos a una banda madura que entendió su momento y su natural evolución a partir de una propuesta genuina y arriesgada. Finalmente es el disco que suena a Japan, único, imposible de encasillar, irrepetible y cuya propuesta nutre la experiencia sensorial como pocos álbumes de esa época lo hicieron. “The Other Side of Life” son de esas canciones que aparecen en un momento y jamás se volvieron a crear porque era imposible imitar su genialidad, aunque en la obra en solitario de Sylvian hay vínculos palpables con esa canción, imposibles de omitir como sucede con “Forbbiden Colours”, “Blackwater” o “Brilliant Trees”. Y en eso radica la voz propia y la marca de un grupo tan particular y enigmático como lo fue Japan. Tras Quiet Life, aparecieron otros dos grandes álbumes en estudio como Gentlemen Take Polaroids (1980) con la majestuosa “Nightporter” y Tin Drum (1981) y su memorable “Ghosts”, aunque lejos del espíritu colaborativo del tercer disco, marcados por diferencias creativas entre Barbieri, Karn y Sylvian y que sellarían el destino y la sostenibilidad del grupo en el tiempo.
Ante el estado actual de la música, siempre hay un camino al pasado que nos permite conectarnos y redescubrir grandes joyas ocultas de un tiempo donde la creatividad, el riesgo y la capacidad de innovación estaban al servicio de la música. Japan es un claro ejemplo de un proceso irrepetible.