*Texto publicado en El Tiempo. Noviembre, 2016.
El universo tiene sus misterios y sabe hacer sus jugadas. Cohen murió el 7 de noviembre de 2016, justo un mes después del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan y un día antes del triunfo de Trump. Se marchó con la alegría del galardón de un colega admirado, respetado y con el anhelo de un mundo mejor sin los populismos reinando, eso nadie se lo podrá arrebatar. La muerte de Cohen fue tan dolorosa como la de Bowie o Prince, pero con una connotación espiritual distinta. Más que dolor o desazón hubo una sensación de paz, la misma que él siempre nos trasmitió por medio de sus canciones. Unas semanas antes de su muerte, presentó en Los Ángeles el álbum You Want It Darker. Dijo que estaba preparado para morir, aunque recalcó que tal vez estaba exagerando. “Pretendo vivir para siempre”, dijo acompañado de una noble sonrisa. Ese día Cohen sabía que estaba próximo a partir y decidió minimizar sus palabras con humor e ironía. Se le veía radiante, en forma, contento por presentar su nuevo disco y por el Nobel a Dylan.
Cohen manejó su enfermedad con mucha discreción. Nadie sospechaba que tuviera complicaciones de salud. Sus últimos trabajos en estudio y giras daban cuenta de un hombre que se encontraba en forma y en sus plenas facultades. Así que la noticia, nuevamente, nos tomó desprevenidos. Cohen era prudente, elegante y mesurado. No daba todo, dejaba siempre algunos cabos sueltos. Y nuevamente, muy en la onda Bowie, dio claves que nadie supo leer. En junio se despidió de Marianne, su inolvidable musa del tema “So Long, Marianne” con una sentida carta donde le dijo que pronto sus caminos se cruzarán de nuevo. Marianne dejó el mundo a sus 81 años, pieza fundamental del imaginario poético del canadiense que tuvo en esa relación un punto de inflexión determinante. Se conocieron en Hidra a principios de los años sesenta. Cohen, literato graduado de McGill y alumno de una maestría en Nueva York, decidió recorrer el mundo para ampliar horizontes, madurar, ver la vida de otra manera. Así apareció en su camino la mujer que le inspiró los más profundos versos.
Volvió a Nueva York en 1966 y se encontró con una ciudad vibrante en todo el sentido. Folk, rock, poesía, cine, arte, todo confluía en la gran manzana. Conoció a la cantante Judy Collins a quien le cedió “Suzanne” una de sus primeras canciones. Collins la popularizó y le abrió las puertas de Columbia Records. Cohen, que había publicado cuatro libros de poesía, -el primero en 1956- y una novela biográfica (El Juego Favorito, 1963), decidió dejar de un lado la literatura para convertirse en cantautor. Lo inspiraba Dylan, Woody Guthrie, Johnny Cash, Hank Williams, Bill Monroe, Robert Johnson. Su disco debut llegó en diciembre de 1967 y fue un ave rara en el mundo de la música popular, nada ni nadie sonaban cómo Cohen. Ese disco con el tiempo se convertiría en un clásico y en todo un referente de la unión de la música y la poesía. Basta con escuchar “Sisters Of Mercy”, “Suzanne”, “The Stranger Song”, canciones que conjugan su amor por Lorca, el Flamenco, su interés por la religión judía y la Biblia y todas las raíces de la poesía anglosajona que lo marcaron en su etapa de formación. Cerró la década de los sesenta con el majestuoso Songs From a Room.
Tras la publicación de Songs Of Love And Hate, su aclamado tercer álbum del 71 (“Famous Blue Raincoat” es una de sus piezas fundamentales), el canadiense emprendió una gira por Europa e Israel. Justamente en la Tierra Prometida Cohen vivió uno de esos momentos trascendentales que fueron dando forma a la personalidad de un caballero que nació con traje. La presentación en un teatro de Jerusalén no salía como esperaba, no lograba conectarse con el público y con sus canciones. En un momento interrumpió el show y dijo: “no estoy sintiendo profundamente las canciones. Y creo sinceramente que los estoy engañando. Lo voy a intentar de nuevo. Si no funciona lo dejo y les devolveremos el dinero. Hay noches en las que uno se eleva en el aire y otras en las que simplemente no despega". Cohen se retiró al camerino y recordó una frase de su madre. “Si algo no sale bien, aféitate”. Cohen se levantó de la silla, bebió un sorbo de agua, se afeitó y dio uno de los conciertos más recordados de su historia. Todo esto quedó registrado en el documental Bird On a Wire (Tony Palmer, 1974), donde el director inglés siguió al cantante por diversas ciudades y logró capturar grandes momentos. Hoy es una joya incunable en la filmografía del canadiense.
Esa anécdota refleja lo que fue la personalidad del músico durante casi cincuenta años de carrera musical. No era un perfeccionista, pero buscaba en los detalles los elementos que engalanaran sus obras. Fue así como se embarcó en una aventura que no salió muy bien junto al productor Phil Spector. Sucedió en 1977 para el disco Death of a Ladies´ Man. Hasta sus últimos días tuvo sentimientos agridulces ante ese trabajo. Cerró la década con Recent Songs y la memorable “The Gypsy´s Wife”. Podría seguir escribiendo un largo resumen biográfico, enumerar discos, homenajes, películas, libros, conciertos. Para eso está el maravilloso libro de Sylvie Simmons. Soy Tu Hombre. La Vida de Leonard Cohen apareció en 2012 por motivación propia de la periodista inglesa. Cohen legitimó su trabajo y apoyó a Simmons durante tres años en el proceso de escritura. Es una biografía que captura perfectamente la voz solemne, sabia y mesurada de Cohen. Sylvie ha recibido muchos elogios por el libro, lo han catalogado como una de las mejores biografías de todos los tiempos.
“Hubo un comentario que me llamó mucho la atención y que resume perfectamente el espíritu del libro: la biografía de Leonard Cohen no se escribió, se compuso”, me dijo Simmons en una entrevista que le hice en 2015 durante su participación en el Hay Festival. En ese libro comprenderá lo que significa ser un primogénito judío huérfano de padre, crecer con temores ante la muerte, ser el hombre de la casa que busca respuestas ante la barbarie del Holocausto. En el libro también hay claves sobre su lucha, incansable, por conseguir el amor de una mujer, el amor que supla un vacío emocional. Sentirá el frío de la Montreal que lo vio nacer en septiembre del 34, la importancia de pertenecer a una familia que fundó la comunidad judía de Montreal y de encontrar en Lorca, en el Flamenco y en la escritura la salvación emocional. Pues Cohen fue esencial en dar origen a lo que se conoció como el grupo de Canadá, poetas que crecieron de la mano de Irving Layton. El libro que mejor captó la esencia del canadiense.
Su último disco, You Want It Darker, junto a Old Ideas y Popular Problems cierra el círculo perfecto de su producción en los últimos cuatro años de producción musical. Años en los que estuvo de gira, noche tras noche, ciudad tras ciudad, con su elegancia habitual, su pausada sabiduría que nos hacía levitar gracias a esa voz barítona, única en el mundo del rock. Todo pasa y todo estará bien, supongo, eso esperamos. Tal vez no. Soportaste traiciones, desamores, desfalcos, quiebras, y siempre hubo una sonrisa y una palabra adecuada para mantener la fe, la fe que durante 82 años de vida te moldeó como sabio, como hombre que llevó una vida recta. Eras, lo que en el judaísmo llamamos, un hombre serio, un mench. Lloraremos tu música hasta el final del amor. Leeremos tu poesía en voz alta. So Long, Leonard, te has marchado a un mundo mejor.
"Más que dolor o desazón hubo una sensación de paz, la misma que él siempre nos trasmitió por medio de sus canciones”.
Buen y bonito artículo. Gracias