Viajar a Birmingham a ver a The Who...
Junto con Genesis, Pink Floyd y King Crimson, The Who es la banda que me quita el sueño y por la que estuve dispuesto a peregrinar a Birmingham. A continuación, un breve repaso a su legado...
*El texto que leerá a continuación era parte de un especial de la Revista Semana dedicado al Reino Unido, publicado a finales de 2016. Por razones que nunca supe, el artículo no salió y se mantuvo inédito hasta hoy… Decidí publicarlo en este blog para honrar el amor profundo e incondicional de la más fiel seguidora que tiene The Who en Bogotá, la banda que también le ha dado algo de paz y sosiego. ¡El poder sanador de la música! Per Lei
Un poco de historia
¿Ya escuchaste a The Who? Era la pregunta habitual entre los adolescentes londinenses a finales de 1964. La banda tocaba los martes ante 200 personas en el Marquee, reconocido club del west end de Londres y cuna de grandes agrupaciones británicas. El repertorio estaba conformado por covers de Howlin´ Wolf, Booker T, Bo Diddley, The Kinks, Holland & Dozier, James Brown, The Miracles, entre otros. Eran conciertos con mucho soul y anfetaminas. Duraban menos de una hora y la adrenalina y la violencia se mezclaban con ritmos frenéticos que cambiarían el rumbo del rock. Su primer sencillo, “I Can´t Explain”, -inspirado en The Kinks y producido por Shel Talmy-, se lanzó en noviembre de ese año. Inmediatamente la tribu de los mods encontró un sonido que iba acorde a su filosofía de vida: buena música, buen cine y literatura, buen vestir, buen comer, movilidad con clase gracias a las scooters, mucho alcohol. El voz a voz de los modernistas fue crucial para posicionar un sonido que rompía con el establishment del rock. El 64 fue un gran año para el rock británico gracias a los trabajos debut de los Rolling Stones, los Yardbirds, los Kinks y The Animals, todos cobijados por la inmensa e insuperable sombra de The Beatles que no solo publicaron dos obras memorables ese año, –A Hard Day´s Night y Beatles For Sale-, también conquistaron el mercado de los Estados Unidos dando paso a la Invasión Británica de la música y la Beatlemanía.
Para The Who seguirle el paso a los Beatles no era un reto, el listón estaba demasiado alto y las diferencias en cuanto a talento en composición entre ambas bandas eran notables. Así que no había nada que perder con lo que se pusiera en juego, más si eso significaba destrozar unas cuantas guitarras y amplificadores para llamar la atención. Esas falencias fueron capitalizadas por Pete Townshend, el guitarrista malhumorado, lleno de rabia con la vida, pero genio crucial detrás de las composiciones del grupo. Basta con meterse de lleno en el fondo psicológico y social de los álbumes Tommy y Quadrophenia para comprender cuán avanzado estaba Townshend. Con una mezcla de ironía y valores ingleses, dio forma a un proyecto por el cual no había muchas esperanzas y que contó con la suerte de tener una de las duplas de mánagers más importantes de la historia del rock: Chris Stamp y Kit Lambert. The Who eran cuatro talentos innatos, cuatro instrumentos líderes, con temperamentos volátiles que solucionaban sus diferencias a golpes. Su estabilidad siempre pendió de un hilo. Fue gracias al cantante Roger Daltrey, fundador del grupo, que en 2014 conmemoraron 50 años de carrera. Hoy en día solo hay medio The Who pues Keith Moon y John Entwistle hace rato rinden cuentas en el cielo. Daltrey suele afirmar que alguien tenía que estar sobrio y alerta de lo que pasaba para no descarrilarse. Pocas bandas o artistas pueden dar cuenta de ello como Dylan, McCartney, The Rolling Stones y los Beach Boys.
De paseo en la tierra de Ozzy
En 2014, cuando supe que The Who daría una serie de conciertos en el Reino Unido para conmemorar medio siglo de vida artística, no dudé un solo instante cuál sería mi destino. Hice maletas y me fui a hacer turismo de rock gracias a la pertinente asesoría de don Sandro Romero. Una biblia que él me prestó sirvió de guía para transitar por cada lugar emblemático de la capital inglesa en donde han dejado huella grandes artistas. Pasé por Covent Garden y el antiguo mercado donde Hitchcock rodó Frenzy y los Stones posaron para fotos inolvidables. También visité los estudios Abbey Road donde se han producido infinidad de joyas de los Beatles, Pink Floyd, Alan Parsons, entre otros. Me tomé una foto en el paso peatonal que cruzaron los cuatro Beatles en St. Johns Wood en frente de Abbey Road. Con el impulso por los 4 fabs, fui al edificio donde funcionaron las oficinas de Apple Records en Saville Row y donde los Beatles hicieron tronar el cielo londinense en aquella inolvidable presentación que marcó el final del grupo. También visité algunos bares importantes como el Sticky Fingers de Bill Wyman y Ronnie Scott´s donde Chucho Merchán fue bajista inhouse por mucho tiempo. También recorrí la memorable Carnaby Street –fuente de los mejores trajes que lucieron las bandas en los 60-, la estación de metro de Tottenham Court Road donde Bowie se inmortalizó para la portada del álbum Ziggy Stardust, el mítico Royal Albert Hall donde tantas leyendas tocaron el cielo. No podía faltar el periplo por tiendas de discos en la zona de Notting Hill (Rough Trade, donde dejé el sueldo del mes) y su inolvidable Portobello Road, inmortalizada por Dire Straits. En Portobello me encontré la primera edición en vinilo del primer álbum de los Stones, luego debidamente autografiada por Andrew Loog Oldham. También vi el No 2 de los Stones, pero me pidieron 200 libras esterlinas. Hasta ahí llegó la ilusión.
Esa peregrinación en el nombre del rock incluyó paseo en tren a Birmingham en busca de The Who (no por los Peaky Blinders) y la casa de Ozzy. Logré que me incluyeran en una lista de invitados de Roger Daltrey a quien había entrevistado ese año para mi libro Satisfaction. Al parecer en la oficina de Bill Curbishley me olvidaron y tuve que pagar las 70 libras esterlinas mejor invertidas en mi vida. Esa noche del 7 de diciembre de 2014 no solo disfruté de 24 temas memorables en el amplio catálogo del grupo, comprobé con mis sentidos que su fuerza y encanto siguen intactos. Por un instante, en ese recorrido de dos horas y media, comprendí no solo 50 años de vida en una banda sino en la música rock que engalana a toda una nación. Una nación que encontró en una era dorada e irrepetible en la música la forma de reconstruir la grandeza cultural y emocional del país que fue mermada por cuenta de lo absurdo de la guerra. Las lágrimas que salieron de mis ojos durante “Baba O´Riley” fueron parte de un homenaje emocional a toda la música rock británica que sintetiza The Who, la más británica de todas las bandas, precursores del punk y del hard rock, de discos conceptuales y de un sentido estético y único para volver al rock una forma y actitud de vida. Medio planeta vibra con los Beatles, otro medio con los Stones. Yo aún sigo creyendo que los más grandes fueron The Who. Finalmente es arte, es subjetivo y no hay una sola verdad. Es mi verdad sustentada con obras como Who´s Next, Who Are You, Tommy, Face Dances, A Quick One, By Numbers, It´s Hard, Endless Wire, Sell Out, Quadrophenia, My Generation, Live At Leeds, entre otros que dan cuenta de su grandeza.