Yo soy Pink Floyd ¿Qué hay detrás de la pelea entre Gilmour y Waters?
La mala relación entre David Gilmour y el exbajista de Pink Floyd se remonta a los días previos al lanzamiento de The Wall.
La mala relación entre David Gilmour y el exbajista de Pink Floyd se remonta a los días previos al lanzamiento de The Wall. Una pelea que en 2023 ya tuvo un nuevo round cortesía de Polly Samson (esposa de Gilmour) y promete muchos más. ¿Era la antesala ideal para celebrar el medio siglo de vida de Dark Side of the Moon? “Siembra vientos y cosecha tempestades”, dicen por ahí…
*Texto publicado en la revista Arcadia en 2017
La feroz batalla de egos artísticos empezó, formalmente, el 31 de octubre de 1986. Ese día el bajista Roger Waters interpuso una demanda ante las Altas Cortes británicas para disolver la marca (sociedad comercial) Pink Floyd. Alegaba que la banda carecía de “poder e influencia y debía ponerse fin a su legado con el fin de mantener su integridad y el buen nombre”. En ese otoño, Pink Floyd era la banda invisible. Atrás quedaron los días de gloria y fortuna. Sus miembros permanecían en el anonimato, hasta que Waters los puso de nuevo en la agenda de los medios. Aunque esa demanda marcó el inicio de una dura contienda en los estrados judiciales, las relaciones al interior del grupo no venían bien desde el final de la gira del álbum The Wall en Londres (junio 17 de 1981). Waters había ganado poder e influencia y se convirtió en la fuerza creativa detrás de letras y conceptos memorables. The Wall fue la ópera magna de ese periodo, el resultado de un proceso que se inició en los días de Wish You Were Here (1975) y se acentuaron en la promoción de The Wall con decisiones poco democráticas como sacar al teclista Richard Wright a finales del 81. “La ausencia de Rick en el grupo solo sirvió para subrayar el hecho de que estábamos atrapados en un círculo de incomunicación”, cuenta Nick Mason en su libro Dentro de Pink Floyd.
En 1982, Waters, Gilmour y Mason viajaron a Estados Unidos a promocionar la película The Wall (fracaso comercial). De regreso a Londres Waters empezó a trabajar en un nuevo álbum con canciones que se quedaron por fuera de The Wall. El proceso venía muy avanzado y había establecido un cronograma de trabajo que no le daba tiempo a Gilmour para trabajar sus ideas. De hecho, Nick Mason afirma en su libro que eso pareció un acto deliberado. “Roger no quería esperar y no admitía evasivas de nadie. Tenía dudas acerca de la capacidad de David para componer”. The Final Cut fue un álbum que tuvo como ejes la muerte del padre de Roger Waters en la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Las Malvinas. El bajista encontró en Margaret Thatcher una musa ideal para construir líneas inolvidables en “The Post War Dream” (Oh Maggie Maggie What wave we done?). El álbum se lanzó en marzo de 1983 con Andy Bown y Michael Kamen en los teclados. Sin los aportes fundamentales de Gilmour y Wirght, The Final Cut sentó un precedente de su importancia en el sonido (la música) del grupo. “David solo canta en “Not Now John” y la pérdida del sonido de los teclados de Rick supuso la desaparición de los elementos clave en el sonido Pink Floyd”, recuerda Mason.
No hubo gira promocional para Final Cut y Gilmour, con About Face y Waters, con The Pros and Cons of Hitchhiking se concentraron en promocionar sus discos en solitario con discretas giras por Europa y Estados Unidos. Waters fue un poco más ambicioso llevándose a Eric Clapton para ser Gilmour por un día. Gilmour armó una buena banda y sumó a Mason y Wright en uno de sus shows en el Hammersmith de Londres para dar puntadas de lo que buscaba a corto plazo. En la prensa musical inglesa se especuló sobre el final de Pink Floyd, pero no había anuncios oficiales. Roger Waters tiró la primera piedra en diciembre de 1985 y lo hizo mediante una carta que envió a las oficinas de EMI en Inglaterra y Columbia en Estados Unidos. “Tuvimos algunas discusiones y entendimos con David que algo estaba a punto de suceder”, le dijo Mason a la revista Rolling Stone en 1987. Ambos músicos sabían que lo que Waters buscaba con su renuncia era acabar de facto con la banda. “Se lo advertí un par de meses antes de su renuncia. Le advertí, si te vas, nosotros seguimos, no te hagas mala sangre por eso, seguiremos”, le dijo David Gilmour al escritor Nicholas Shaffner autor de Saucerful Of Secrets. A Pink Floyd Odyssey (Delta, 1992).
La Guerra de los Roses
Y siguieron, a pesar de Waters y a pesar del intercambio de punzantes declaraciones. “Dave no tiene ideas y Nick no sabe tocar la batería”, le dijo el bajista a la prensa inglesa en noviembre del 85. Gilmour no se quedó callado y contraatacó a The Final Cut en el Financial Times. “Debió ser un disco en solitario de Roger, apareció para llenar espacio. Nunca lo debimos lanzar como Pink Floyd”. Y fue más lejos. “Voy a pelear con él, vamos a pelear en la justicia. Me he ganado el derecho a usar el nombre de Pink Floyd y vamos a empezar de nuevo”. Ese era el ambiente en el que Mason y Gilmour decidieron seguir adelante en 1986 como Pink Floyd. Aunque Wright seguía exiliado en Grecia, sabían que su apoyo era incondicional. Waters quiso adelantarse en esa puja de egos, cuentas bancarias e ideas musicales. Buscó al productor Bob Ezrin (artífice del sonido de The Wall) para trabajar con él en su siguiente álbum. “Pink Floyd ya no existe, dejé el grupo y esos desagradables no van a seguir sin mí”, le dijo al productor. Pero Ezrin tenía un guardado que le impedía volver con él. En los días de The Wall cometió una imprudencia con la prensa al revelar algunos detalles de la gira. “Roger no se lo perdonó y le hizo la vida imposible”, recuerda Mason en su biografía. Gilmour sacó provecho de la situación y buscó a Ezrin para producir el nuevo álbum de Pink Floyd. “Waters siempre pensó que lo traicioné al irme con Gilmour, insinuó que había sido un golpe en su cara para ayudar a Pink Floyd”, le dijo Ezrin a la revista Q en septiembre de 2004.
Radio K.A.O.S, el segundo trabajo en solitario de Waters, se lanzó el 15 de junio de 1987, llegó al número 25 en el Reino Unido y al número 50 en Estados Unidos, duró muy pocas semanas en listas a pesar de la extensa gira promocional durante todo el verano en Estados Unidos. Waters quiso pegar primero para capitalizar una de sus máximas: “yo soy Pink Floyd”. Pero las cosas no resultaron como él esperaba. No cosechó éxitos en la radio (aunque ese trabajo tiene muy buenas canciones como “Home” y “The Tide is Turning”) y sus conciertos apenas lograron completar la mitad del aforo de espacios para 15 mil espectadores. Todo estaba servido para que Gilmour sacara ventaja en la batalla de los egos. Y así fue. En septiembre Pink Floyd lanzó A Momentary Lapse of Reason, llegó al número 3 en ambos lados del Atlántico y su promoción se inició con tres shows en Toronto, -sold out- ante 60 mil personas cada noche. “Learning To Fly”, el primer sencillo promocional, llegó al número 2 en Inglaterra y al top 20 en Billboard. Tuvo altísima rotación en MTV. ¿En qué falló Waters? Chucho Merchán, bajista colombiano que vivió durante casi 20 años en Inglaterra conoció de cerca este proceso, como espectador y como artista pues tocó con Gilmour y Pete Townshend a mediados de los años 80. “Uno de los problemas que tuvo que enfrentar Waters era cómo lograr el sonido de Pink Floyd sin David Gilmour, sin su voz sin el sonido de su guitarra. David es el alma, la voz y la música de Pink Floyd y por eso la banda de Waters sonaba plana, sin alma, no sonaban bien en vivo y el espectador no es tonto”. La lucha de egos de los 80 llegó a su fin con un arreglo entre las partes y un claro ganador: David Gilmour. El 23 de diciembre del 87, Waters aceptó retirar la demanda a cambio de conservar los derechos del concepto de The Wall y obtener un pago de US$ 800 dólares cada vez que Pink Floyd usara los cerdos voladores en los conciertos.
Grandes Esperanzas
En 2005 para la cumbre del G8 en Inglaterra, el músico y activista irlandés Bob Geldoff logró lo que ningún promotor multimillonario pudo conseguir millones de dólares: una reunión de Pink Floyd. Waters aceptó sin reparo, Mason y Wright dependían de Gilmour. El guitarrista accedió, pero puso algunas condiciones para los ensayos y el setlist. “Bajo ningún aspecto iba a permitir que tocáramos ´Another Brick in The Wall´ como Roger sugirió. No en ese contexto. Él quería unos temas con arreglos puntuales, pero al final se hizo como yo insistí”, comentó en 2006 al Digital Spy. La banda tocó cuatro canciones (“Breathe”, “Money”, “Wish You Were Here” y “Comfortably Numb”) aquel 2 de julio de 2005 en el Hyde Park de Londres. Fueron 24 minutos de gloria para quienes amamos su música. Se mostraron cordiales ante los más de 600 mil espectadores, aunque algo tensos entre ellos. “Cada uno quiso ser el jefe a su manera, pero la camaradería reinó”, le dijo Gilmour a la revista Mojo en 2015. Al final del show, Waters acercó a sus tres compañeros de toda la vida para hacer la venia al público. Una postal inolvidable. Tras el concierto, cada uno tomó su camino…