Discos que salieron de mi colección (aunque algunos regresaron)
jacobocelnik.substack.com
Hablando con un amigo sobre las dimensiones que adquieren nuestras colecciones de discos, nos enfrascamos en una interesante discusión sobre la pertinencia de depurarlas. Mi amigo, muy ortodoxo y conservador, me recalcó que uno no sale de sus pasiones o tesoros. Ni de libros, películas, cuadros, esculturas o discos. Difiero con él, también es sano salir de álbumes que empiezan a hacer ruido o bulto. Los gustos cambian en la medida que uno expande el horizonte musical. A mis veinte años creía que la una porción de la torta musical del rock que consumiría era la del progresivo británico. Pero en la medida en que fui abriendo mi mente, otro tipo de artistas y géneros llegaron a mi colección de discos. Hoy veo mis CDs de New Order, Eurythmics, Culture Club, Duran Duran, Depeche Mode, Smiths, House Martins, entre otros y me sorprende la importancia que han adquirido, muy por encima de obras de Yes, Jethro Tull o ELP por los que daba la vida y ahora no. En 2013, y en medio de una etapa de “vacas flacas”, tomé la necesaria y dolorosa decisión de salir de álbumes que nada me aportaban en ese momento y que me ayudarían a resolver un par de angustias económicas. Eran, en su mayoría, discos que se volvieron paisaje o relleno. Varios de ellos eran compilados de grandes éxitos que repetían canciones que ya tenía en otros álbumes. Salí de algunos álbumes en ediciones colombianas por la calidad de su sonido, anhelando conseguirlos en ediciones gringas o europeas. Otros se fueron porque llevaba años y años sin oírlos y creía, en ese momento, que no los volvería a oír. Los puse en un maletín, fui a la Gran Manzana de la 140 con 19 y, tras una intensa negociación con el dueño del local, recibí más de lo que esperaba. Con los años, salí de más discos. Casi la mitad de esa treintena de discos que se fueron aquella mañana de sábado de mediados de 2013, regresaron al cabo de seis años. Una extraña sensación de nostalgia y apego se apoderó de mí durante el proceso de escritura del libro
Discos que salieron de mi colección (aunque algunos regresaron)
Discos que salieron de mi colección (aunque…
Discos que salieron de mi colección (aunque algunos regresaron)
Hablando con un amigo sobre las dimensiones que adquieren nuestras colecciones de discos, nos enfrascamos en una interesante discusión sobre la pertinencia de depurarlas. Mi amigo, muy ortodoxo y conservador, me recalcó que uno no sale de sus pasiones o tesoros. Ni de libros, películas, cuadros, esculturas o discos. Difiero con él, también es sano salir de álbumes que empiezan a hacer ruido o bulto. Los gustos cambian en la medida que uno expande el horizonte musical. A mis veinte años creía que la una porción de la torta musical del rock que consumiría era la del progresivo británico. Pero en la medida en que fui abriendo mi mente, otro tipo de artistas y géneros llegaron a mi colección de discos. Hoy veo mis CDs de New Order, Eurythmics, Culture Club, Duran Duran, Depeche Mode, Smiths, House Martins, entre otros y me sorprende la importancia que han adquirido, muy por encima de obras de Yes, Jethro Tull o ELP por los que daba la vida y ahora no. En 2013, y en medio de una etapa de “vacas flacas”, tomé la necesaria y dolorosa decisión de salir de álbumes que nada me aportaban en ese momento y que me ayudarían a resolver un par de angustias económicas. Eran, en su mayoría, discos que se volvieron paisaje o relleno. Varios de ellos eran compilados de grandes éxitos que repetían canciones que ya tenía en otros álbumes. Salí de algunos álbumes en ediciones colombianas por la calidad de su sonido, anhelando conseguirlos en ediciones gringas o europeas. Otros se fueron porque llevaba años y años sin oírlos y creía, en ese momento, que no los volvería a oír. Los puse en un maletín, fui a la Gran Manzana de la 140 con 19 y, tras una intensa negociación con el dueño del local, recibí más de lo que esperaba. Con los años, salí de más discos. Casi la mitad de esa treintena de discos que se fueron aquella mañana de sábado de mediados de 2013, regresaron al cabo de seis años. Una extraña sensación de nostalgia y apego se apoderó de mí durante el proceso de escritura del libro