El catálogo del rock argentino, por lo menos el de las décadas de los sesenta, setenta y ochenta (y una porción de los noventa), es fascinante. Y lo digo despojado de cualquier tipo de fanatismo o apego. Lo afirmo desde el valor que le da un melómano a una producción musical de altísimo nivel creativo y musical como la que se gestó en Argentina desde el disco debut homónimo de Los Gatos en 1967 (por poner un punto de partida que incluso podría llevarnos un poco más atrás en el tiempo hacia Los Beatniks, Los Gatos Salvajes o Sandro y Los Del Fuego) hasta el álbum Sueño Stereo de Soda Stereo. Esa admiración ha significado hacer grandes sacrificios, y muchos viajes a Buenos Aires, para conseguir parte del extenso y fascinante catálogo del rock argentino, aspecto que le añade algo de romanticismo a su búsqueda y apropiación. Travesía que me ha dejado, además, grandes amigos.
En la medida que he explorado el gran catálogo histórico del rock argentino gracias a familiares (Sebastián Kleiman me dio parte de la llave cuando me regaló la edición argentina en CD del debut de Soda), amigos, colegas coleccionistas, libros, documentales, películas, horas y horas en tiendas porteñas como Mondo Rabioso, Zivals, Ateneo, Notorious, Rainbow, entre otras, he notado que hay un sector de la industria del disco en Argentina que no es consciente de los tesoros que le han dado forma a su movimiento y del impacto regional y global que ha tenido (y tendría si ese catálogo estuviera activo). Ese palpable y muy notable descuido de su legado discográfico, especialmente el de los años sesenta, setenta y ochenta, nos ha impedido conocer otra suerte de hitos de altísimo nivel (más allá de los canónicos de siempre), como podrían ser los casos de Contraluz, Rayuela, El Reloj, Suéter, Don Cornelio, Sacramento, Arco Iris, Plus, Aeroblus, Tantor, Riff, Polifemo, M.I.A, Billy Bond y La Pesada, Pablo el Enterrador, Redd, Alas, Crucis, Fricción, Bubu, Kubero Díaz, Espíritu, La Torre, Soluna, por citar algunos casos (ver playlist al final del artículo “El lado B del rock argentino”).
Sin ir muy lejos, salvo Alma de diamante, toda la obra de Spinetta Jade se encuentra descatalogada y en proceso para ser reeditada en un futuro. Sin embargo, y tal como lo hemos comentado en múltiples ocasiones con Sergio Coscia, lo de Spinetta Jade y parte del catálogo en solitario de “El Flaco”, como los álbumes Mondo di Cromo y Pan, es un asunto doloroso por tratarse de una obra de gran factura que ha estado históricamente descuidada por las compañías discográficas dueñas de los derechos de la obra de Spinetta, como es el caso puntual de Sony Music. Obra que perfectamente tendría un impacto regional y global, apoyada por documentales y libros. Algo similar sucede con el amplio catálogo de Charly García y sus bandas, que salvo casos muy puntuales, gran parte de su catálogo se encuentra descuidado e inactivo. Clics Modernos o Piano Bar hace años no ven una reedición en CD (aunque el año pasado se reeditaron en LP), lo mismo que el disco debut de Serú Girán, descatalogado hace años y parte de la obra en solitario posterior al Unplugged, inconseguible en nuestro país y a precios elevadísimos, aunque algunos todavía circulan, tímidamente, en el mercado argentino. Por eso, Litto Nebbia ha sido un visionario y ejemplo a seguir por tener el control total de su obra en solitario en su sello Melopea. Es tan relevante la labor de Nebbia, que álbumes tan importantes como Huinca, Muerte en la catedral, El bazar de los milagros, Nebbia´s Band y Solo se trata de vivir se consiguen con cierta facilidad en tiendas de Buenos Aires. Doy fe de ello porque tengo varios de esos álbumes en mi colección.
Rasguña las piedras
Los primeros trabajos del rock argentino que transitaron informalmente en Colombia se remontan a las obras de León Gieco (su primer álbum homónimo de 1973), Sui Géneris (con sus tres icónicos trabajos en estudio), Pescado Rabioso y los dos trabajos de La Máquina de Hacer Pájaros, que alcanzaron a circular gracias a turistas o estudiantes de música que fueron en busca de esos tesoros a Argentina y, luego, de regreso a Colombia, se encargaron de hacer copias en casete que pasaron de mano en mano entre melómanos bogotanos. Conozco y doy fe de varios casos de amigos cercanos que así conocieron trabajos como Películas de La Máquina o Artaud de Pescado Rabioso y aún conservan esas cintas.
La radio rock local, especialmente en Medellín y Bogotá, vivía pegada a la onda anglosajona y, salvo unos contados casos locales como los de Harold, Vicky, Billy Pontoni (de los más cercanos al pop), el rock en español poco o nada sonaba en las emisoras locales. Sin embargo, algunos amigos con muy buena memoria como Eduardo Arias y Ernesto Thorin, recuerdan que “Todos los caballos blancos” de León Gieco sonó en forma en emisoras como Radio 15 hacia 1973 y 1974, dato corroborado por el programador y realizador Manolo Bellon que me dijo: “Fue muy popular en Radio 15. La gente la pedía mucho en las complacencias, la pasaba como loco, me encantaba y me sigue gustando”. Bellon señala, además, que esta canción posiblemente sonó en Radio Tequendama y pare de contar. Es decir: no fue un éxito nacional pero sí fue una canción que marcó a toda una generación que supo de su existencia gracias a la radio.
Es importante anotar que antes de que la música de Gieco sonara habitualmente en la radio local, incluso antes de que se radicara durante un tiempo en Bogotá ⸻ciudad a la que le dedicó algunas canciones del álbum Pensar en nada de 1981⸻, artistas argentinos como Sandro, Leonardo Favio, Facundo Cabral y Piero fueron parte de la programación habitual de las emisoras y sus álbumes se editaron en ediciones colombianas. Así pasó con el memorable Fuiste mía un verano, prensado por CBS Colombia, gracias a su seguidilla de éxitos inolvidables como “O quizás simplemente le regale una rosa”, “Ella, ella ya me olvidó”, “Para saber cómo es la soledad” (A.K.A “Tema de Pototo”) y “Ni el clavel, ni la rosa”. También CBS Colombia prensó entre 1969 y 1970 el debut homónimo y Pedro nadie (con su inconfundible tapa rosada) de Piero, memorables para toda una generación gracias a los éxitos “Mi viejo” y “Llegando, llegaste”. El caso de Piero es todavía más interesante porque se convirtió en todo un referente de la canción pop/social por su constante presencia en nuestro país desde el inicio de su exilio en Panamá en 1976, a tal punto que la escritora colombiana Maureen Maya escribió una completa y muy bien elaborada biografía (Piero, mi querido Piero, Icono Editorial) y que retrata muy bien la importancia de la figura de Piero en el ámbito colombiano y latinoamericano.
Con una radio local ajena a la realidad del rock argentino, de la mano del poco o escaso interés de las discográficas por lanzar artistas del cono sur en nuestro país, el panorama cambiaría paulatinamente en los años ochenta. Primero con la movida underground que se encargó de circular, en el ambiente universitario bogotano, álbumes icónicos de Virus, Soda, Charly, Fito, Los Abuelos de la Nada, Suéter, Spinetta Jade, Serú Girán, entre otros; luego, porque las multinacionales del disco, especialmente CBS, empezaron a operar bajo otra dinámica, más acorde a los tiempos de la pre-globalización que se vivían. Hubo dos faros en ese proceso de masificación del rock argentino en el continente: Soda Stereo y Charly García. Cuando García firmó en 1985 con CBS para el álbum Tango, grabado junto a Pedro Aznar, empezaba a dar pasos de animal grande pues el alcance de su música dejaría de ser local para ser regional. Tango se lanzó en Argentina en marzo de 1986 y un par de meses después se hicieron las ediciones peruana, colombiana, venezolana, uruguaya, chilena, mexicana y española. Charly García fue el primer artista de la corriente del rock argentino en ser editado en nuestro país gracias a la movida estratégica de CBS por internacionalizar a sus artistas más destacados, aunque su música no sonó en la radio, ni siquiera “Hablando a tu corazón”.
En septiembre de 1986, y como parte de la primera visita de Soda Stereo a Colombia, se editó un compilado (ver foto más abajo) que incluía lo mejor de los dos primeros álbumes de la banda liderada por Gustavo Cerati. Aunque el variado conservó la tapa del álbum debut, la contratapa tenía leves alteraciones en el diseño. Se hicieron cerca de dos mil unidades del LP y según recuerda Miguel Muñoz, ex CBS Colombia, el día del concierto en Corferias vendió un ejemplar y se robaron otro. Señala que el compilado no vendió ni quinientas unidades tras el concierto, y a pesar de algunas notas en prensa y televisión. Sin embargo, ese disco, con los años, se convirtió en todo un objeto del deseo entre caza-tesoros y su precio es elevadísimo. Algunos coleccionistas han pagado casi US$ 50 por una copia de ese variado, aunque, como lo señala Fernando Ferrero, coleccionista argentino de la obra de Soda, las ediciones colombianas más costosas son Languis, Sueño Stereo, Rex-Mix y Dynamo que pueden costar más de US$ 100.
Soda y Charly se enfrentaron a la resistencia de la radio colombiana a programar su música, hecho que cambiaría en 1987 cuando el trío volvió al país para presentar Signos, esta vez con 88.9 FM, la emisora más importante de la radio rock local del momento, como patrocinador oficial de los conciertos en Bogotá y Medellín. Canciones como “Nada personal”, “Signos”, “Cuando pase el temblor”, “Juegos de seducción” y “Persiana americana” sonarían sin parar en la emisora y en otras estaciones del país que inevitablemente se sumaron a la moda del rock en español. Signos tuvo mejor vida comercial que el compilado y fue el punto de partida para que la banda se consolidara en nuestro mercado. El álbum Canción animal fue el más exitoso de su catálogo en nuestro país gracias a los éxitos radiales “De música ligera”, “Un millón de años luz”, Té para tres” y “Canción animal”. Comfort y Música para Volar fue otro hito de Soda en Colombia por la presencia de Andrea Echeverri de Aterciopelados y por la constante rotación de los temas icónicos del álbum en MTV.
La consolidación en nuestro mercado de Charly García tuvo similitudes al proceso que vivió Soda Stereo, por cuenta del variado Superhéroe lanzado al mercado por CBS para promocionar la primera visita del argentino a Bogotá en 1989 y como parte de la gira del álbum Cómo conseguir chicas (1989). Todo lo anterior, sumado a la exitosa presentación de Miguel Mateos en el Concierto de Conciertos, realizado en 1988 en Bogotá, invitó a toda una generación de colombianos a explorar el gran legado del catálogo del rock argentino. Varios amigos melómanos coinciden en afirmar que las tres instancias vividas con Soda, Charly y Mateos fueron determinantes para un acercamiento palpable con el catálogo histórico del rock argentino en nuestro país.
“La gente joven o de mi generación conoció canciones como “Muchacha ojos de papel”, “Presente”, “Bajan”, “Todas las hojas son del viento”, “Peperina”, “Bubulina” o “Rasguña las piedras” por el impacto que tuvo el show de Mateos en el Campín. Como que hubo una sensación generalizada de que había todo un mundo fascinante por descubrir. Y sin importar el momento en el que esa conexión sucedió, más allá de los años o la distancia en el proceso, considero que abrió la mente de una generación para explorar otras posibilidades musicales diferentes a la anglosajona, de gran nivel y sin nada qué envidiarles”, comenta el periodista y melómano Eduardo Arias.
Ese creciente interés de toda una generación por el rock argentino fue capitalizado por Polygram (hoy Universal Music), Sony, EMI y Warner que empezaron a importar y a prensar varios de los discos icónicos de la consolidación del rock argentino. Y aunque hubo vacíos, conseguir en LP, casete o CD álbumes de Sui Géneris, Charly García, Fito Páez, Babasónicos, Fabulosos Cadillacs, Enanitos Verdes, Andrés Calamaro, Los Abuelos de la Nada, Miguel Mateos, Virus, León Gieco, Cerati y Soda Stereo, en ediciones colombianas, fue un avance. Sin embargo, nada es perfecto y en Colombia tenemos una gran deuda con la circulación de la obra de Luis Alberto Spinetta y sus bandas eternas, relegada de los catálogos de Universal y Sony por su “poco impacto comercial”, como alguna vez un ejecutivo de una de las disqueras me dijo. En mis días en Universal Music, recuerdo que el álbum Pan fue desechado por la label latino del momento por las razones explicadas antes. El único álbum de Spinetta, por lo menos de lo que pude corroborar, que se hizo en nuestro país fue el compilado El álbum, lanzado a finales de los ochenta por Polygram a través de la licencia con Interdisc.
El rock argentino es un mundo fascinante por descubrir más allá de los grandes nombres que están posicionados en nuestra memoria colectiva. Sus bandas, en casos muy puntuales, nada tienen que envidiarle al rock de gran factura que viene de Inglaterra, Estados Unidos y Alemania. Y no exagero. Oigan los tres de Invisible, los de la Máquina, Aquelarre, Manal, Pescado, Sui Géneris, Los Gatos, Litto, Pappo, todo Serú, todo Spinetta, todo Charly, Soda… La lista es interminable.
La llave queda en sus manos para que exploren un universo del que difícilmente podrán escapar. Lo digo por experiencia.
PLAYLIST
Siempre agradeceré tener canciones tan profundas y que han sido parte de nuestra historia como las de Piero. Todo el amor para la música de Argentina en esas épocas.